Ella tenía 16 años y el cura Alberto Daniel Sardá (que hoy tiene 57 años) la violó en Palmira, Mendoza, Argentina. De eso ya han pasado 22 años. En aquel entonces no hizo la denuncia ante la justicia, pues ni su familia la apoyó cuando contó su drama.
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Los familiares, de hecho, la mandaron a confesarse con el mismo cura abusados porque estaba «endiablada».
La mujer hizo su vida marcada por esta terrible hecho, trabajando constantemente su fortaleza mental para superar un acto así.
Hoy la mujer ya tiene 38 años, es profesora y a rehecho su vida, aunque siempre marcada por el fantasma de aquella agresión. Todo marchaba bien hasta que se encontró en la calle con su violador, el cura Sardá.
Fue un encuentro casual en los alrededores de su trabajo, pero que empezaron a hacerse más frecuentes, al punto de que a dónde iba la mujer, aparecía el cura… Ahora la estaba acosando para tratar de minar su fortaleza mental.
Pero esta vez los tiempos son otros y los los curas abusadores ya no tienen ese espectro de protección que tenían antes.
Esta vez, la mujer no dudó y lo denunció a la justicia. “Iba a un lado y lo encontraba. Iba al otro y otra vez lo encontraba. El tema es que el cura no trabaja en la zona de la escuela. Por eso se animó a denunciarlo civilmente a él y al Arzobispado por los daños que le produjo el abuso sexual con acceso carnal y ahora el acoso. Todo en el marco de la Ley 26.485 de violencia contra las mujeres. Nosotros sugerimos la denuncia penal, pero ha quedado en espera, respetando la voluntad de la víctima”, dijo a Infobae la abogada de la mujer, Carolina Jacky.
La acción judicial también impide que el cura sea trasladado a otro lugar y las querellantes no descartan seguir acciones penales.