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Murió de coronavirus y debía ser sepultada en soledad, pero la familia le hizo una emotiva despedida

El protocolo del Minsal señala que no pueden participar más de cuatro personas en el sepelio. “Pero si no tenemos ayuda de Carabineros tenemos que dejarlos pasar, nomás”, señala el encargado del cementerio. Mónica Lagos tuvo un adiós diferente al de muchos otros.

Los funerales de los fallecidos por coronavirus en Chile deben ser breves y casi en soledad. Pero la familia de Mónica Lagos, de 72 años, se las arregló para despedirla con globos blancos y cánticos evangélicos acompañados por un par de guitarristas.

Chile es uno de los países del mundo con más contagiados por millón de habitantes, lo que presiona a un sistema sanitario que está al borde de colmar la capacidad de sus camas de cuidados intensivos.

El país, que sobrepasa los 180.000 infectados y 3.300 fallecidos, se esfuerza por detener la cadena de contagios pese a las cuarentenas obligatorias y las restricciones, que incluyen un máximo de 90 minutos para enterrar a los muertos y la presencia de no más de cuatro familiares directos.

Lagos murió la madrugada del domingo nueve días después de ser internada en el servicio de urgencias del hospital San Juan de Dios, donde permaneció conectada a un respirador. Una carroza fúnebre, contratada por su nieta Ninoska Vásquez, retiró su cadáver cerca del mediodía del lunes.

Aunque debían dirigirse de inmediato al cementerio, los familiares de Lagos persuadieron a los conductores de la carroza para que se detuvieran un momento frente a la casa de la mujer, a 20 kilómetros de distancia, donde vivía con su esposo Mario Chávez, de 74 años.

En un día gris y frío decenas de vecinos y familiares recibieron a la carroza con cánticos evangélicos acompañados por guitarras mientras agitaban globos blancos en señal de despedida.

Lagos era evangelista e iba a menudo al templo, contó a The Associated Press su nieta. “Ella habría estado muy contenta” con la despedida, agregó Vásquez.

A pesar de la distancia física de más un metro recomendada por las autoridades sanitarias, los familiares se abrazaron entre sí, llorando.

Vásquez relató a AP que su abuela enfermó casi un mes antes de morir y que en dos ocasiones un centro médico de San Bernardo, al suroeste de Santiago, se negó a realizarle una prueba para saber si estaba contagiada. Fue un tercer servicio de salud el que le tomó la muestra y el hospital el que confirmó a la familia que tenía coronavirus.

Ante las múltiples quejas por las demoras en informar los resultados de los exámenes, la subsecretaria de Salud, Paula Daza, anunció el lunes que se obligará a los 81 laboratorios que procesan las muestras a entregar los resultados rápidamente, por teléfono o correo electrónico.

Lagos fue internada en el San Juan de Dios porque una vecina que trabaja en el área de salud agilizó los trámites, pero debió esperar nueve días por un cupo en una Unidad de Cuidados Intensivos que nunca llegó. La primera noche “durmió en la silla de ruedas que nosotros llevamos porque no había camas”, contó su nieta.

La Sociedad Chilena de Medicina Intensiva informó que el domingo el 96% de las camas de uso crítico en Santiago estaban ocupadas pese a que el gobierno las duplicó y cuadriplicó los ventiladores mecánicos desde la llegada del virus en marzo.

“Si el gobierno hubiera tomado otra actitud, si (se) hubiese planteado de otra manera, no habría tantas pérdidas (fallecidos) en este país”, dijo a AP Misael Flores, yerno de Mónica Lagos.

Lagos fue sepultada un par de horas después de que su cuerpo fue retirado del hospital ante una veintena de familiares y conocidos que observaron la sepultura desde varios metros de distancia, sobrepasando el máximo de cuatro asistentes permitidos en los entierros. Vásquez admitió a la AP que a la entrada del camposanto le hicieron firmar un documento que establecía las restricciones.

“Si no tenemos la ayuda de Carabineros, tenemos que dejarlos pasar”, dijo el gerente general del cementerio Manantial, Rodolfo Vargas.

Cuando los familiares se marcharon un funcionario del cementerio se acercó a la tumba, que aún no estaba cubierta por tierra, para desinfectar la fosa, las flores que una de las hijas depositó sobre el ataúd y una treintena de globos amarrados al féretro.

En las cercanías de la tumba se observaron varios entierros, con muchos menos asistentes, y el trabajo incesante de obreros que cavaban nuevas tumbas o cubrían con tierra otras.

La familia ahora está preocupada por el esposo de Lagos. Necesita saber si está contagiado, ya que vivió toda la enfermedad de su esposa a su lado. Vásquez contó que hace una semana llamaron al abuelo para consultarlo por su salud y les dijo que “nadie ha venido a la casa a evaluarlo… se supone que es un contacto estrecho”.

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