Aún envuelto en plástico, un abrazo puede transmitir ternura, alivio, amor y devoción.
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El miedo que atenazó a Agustina Cañamero durante los 102 días que ella y su esposo de 84 años pasaron físicamente separados durante el brote de coronavirus en España se disolvió en el momento en que la pareja se abrazó separada por una fina capa de plástico.
Pascual Pérez, su esposo, vive en una residencia de ancianos en Barcelona, una de las muchas que impidieron la entrada de visitantes para tratar de proteger a sus residentes del coronavirus, que se cobró la vida de muchos ancianos en el país.
Cañamero, de 81 años, pasó la cuarentena en la vivienda que solía compartir con Pérez. En sus 59 años de matrimonio, nunca habían pasado tanto tiempo separados.
Por eso cuando el centro de mayores Ballesol Puig i Fabra permitió la reanudación de las visitas con la protección añadida de las láminas de plástico, Cañamero fue una de las primeras en llegar. La pareja se besó durante minutos a través de la fina capa de plástico, y de sus mascarillas.
Otros repitieron su emotivo reencuentro en varias ocasiones el mismo día, sumergiendo a residentes, visitantes e incluso al emocionado personal en una ola de energía sanadora.
Beatriz Segura se colocó cuidadosamente los largos guantes antes de meter los brazos por los dos agujeros de la cortina de plástico para abrazar a su madre, de 96 años. Era la primera vez que se veían en persona desde el 15 de marzo.
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Mientras miembros del personal del centro lloraban a una distancia respetuosa, madre e hija hablaban. Segura dijo que estaba esperando poder sacar a su madre, Isabel López, a comer a un restaurante. Pero ella respondió que su prioridad era ir a la peluquería.
Dolores Reyes, de 61 años, y su padre, José Reyes, de 87, también se encontraron luego de cerca de cuatro meses. En su efusividad, tiraron la pantalla al abrazarse.
Responsables del centro Ballesol Puig i Fabra no revelaron cuántos residentes enfermaron de COVID-19 o fallecieron durante el brote, citando una investigación judicial abierta. Las residencias de ancianos españolas se vieron especialmente afectadas por el virus, que ha matado a al menos 28.300 personas en todo el país.