El Gráfico Chile

Juan Ostoic, mucho más que un notable basquetbolista y un exitoso hacedor de puzzles

Este jueves, a los 89 años, le falló el corazón a Juanito, el Grande, el ex seleccionado de básquetbol en el Mundial de Buenos Aires y en los Juegos Olímpicos de Helsinki y Melbourne. Al mismo tiempo, se fue una de las personas más nobles ligadas al periodismo nuestro.

Tuve la fortuna de conocerlo en abril de 1970, cuando comenzamos la aventura del Puro Chile. El era el “Bendito Pailón”, que firmaba una pequeña columna diaria donde le daba la mano (la callosa, como decía) a alguien que se había destacado. Iba en la última página. Después coincidimos por muchos años en La Tercera. No hay palabras para describir a un tipo como él. Íntegro, amigazo de todos, bonachón, nunca un exabrupto, un hombre enorme en todo sentido.

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Este jueves, a los 89 años y por una complicación cardíaca, se nos fue Juan Ostoic Ostoic. Un gran basquetbolista. Fue seleccionado chileno, integrando ese inolvidable equipo chileno que alcanzó el tercer lugar en el Mundial disputado en Buenos Aires, en 1950. Y también integró el elenco que participó en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952 (5º lugar) y Melbourne, en 1956 (8º lugar).

En 1958 fue elegido como el mejor pívot del país, junto con Ricardo Miranda.

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Nacido el 21 de marzo de 1931, en la oficina salitrera de Rosario de Huara, cerquita de Iquique, en la Región de Tarapacá, su estatura respaldó de inmediato su afición por el básquetbol, iniciándose en el Chung Hwa, club perteneciente a la colonia china de Iquique. A los 18 años ya era considerado un crack bajo el tablero.

También fue un exitoso entrenador, que llevó al quinteto de Unión Española a conseguir los títulos en los años 1970, 1971, 1972 y 1973, cuando el básquetbol era uno de los deportes más importantes en nuestro país, junto al fútbol y el atletismo.

Con sus característicos bigotazos, Juanito, para todo el mundo, siempre tenía una sonrisa que ofrecer y un toque de optimismo para regalar. “Lo mejor de seguir trabajando es que uno continúa teniendo sueños y proyectos”, le señaló hace un par de años a un periodista de La Tercera.

Cuando ya no quiso jugar más, allá por 1967, encontró en los puzzles una afición que luego se haría un oficio. En Puro Chile, mi primer diario, él era el dueño de los crucigramas y, además, regalaba elogios para alguien que se hubiera destacado en una pequeña columnita en la última página y que firmaba como el “Bendito Pailón”, apodo que le endilgaron José Gómez López y Eugenio Lira Massi, cuando lo conocieron en los rectángulos, al igual que Eduardo Salamanca. Con los dos primeros trabajó en Puro Chile, con “Kaleka”, lejos el periodista que más sabía de baloncesto en Chile, en La Tercera.

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Allá, en el edificio de Vicuña Mackenna, comenzó en 1981 su carrera de insigne puzzlero como Jota O. y no dejó la pega hasta su último suspiro.

Pero, más allá de sus logros deportivos y de sus renombrados puzzles, Juanito sembró la semilla de bonhomía. Un grandote de porte y de alma. Jamás un entredicho, nunca un mal gesto. Cientos de jóvenes periodistas pasaron por su lado y disfrutaron de su amistad, de su charla inagotable, de sus historias y su sencillez.

Siempre que yo le discutía algo, me decía: «No hagas enojar a Juan, porque no sabes de lo que es capaz Juan». Y después largaba su característica risotada. Para mí se fue algo más que un amigo, se fue uno de mi familia, alguien al que no se puede olvidar.

Maldito virus que no nos permite despedirlo como merece.

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