El subsecretario de Servicios Sociales, Sebastián Villarreal, ha visto pasar a tres ministros por el Ministerio de Desarrollo Social. Todos, durante este años y en circunstancias que no han sido nada de fáciles. En todo caso, mantiene firme su postura de que el Estado ha intentado hacer todo lo necesario para ir en ayuda de la gente. Esto, pese a las críticas de parlamentarios y de la misma ciudadanía.
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La disposición para establecer programas de ayuda dicen que están, pero los costos siempre son impedimentos ¿Cuánto ha costado introducir programas que vayan directamente al bolsillo de la ciudadanía?
-Políticamente, esto ha tocado estar liderado por tres ministros distintos. Partimos con Sebastián Sichel, luego Cristián Monckeberg, y ahora la ministra Karla Rubilar. Transversalmente, vemos que hoy hay una conciencia a nivel de gobierno y ha estado la voluntad desde el primer día para priorizar recursos. A mí también me toca ver el Ingreso Familiar de Emergencia, donde cada pago le llega a 8 millones de chilenos, lo que significa que un pago se traduce en casi 850 millones de dólares. Todo lo que hemos tenido que inyectar en temas de adulto mayor, lo mismo con discapacidad.
Esto ha sido un esfuerzo por parte del Estado de, efectivamente, romper el ‘chanchito’ y ponerlo a disposición de los más vulnerables, porque de otra manera, probablemente nos hubiésemos encontrado con la misma realidad que veíamos en España, donde aparecían muertos los adultos mayores. Eso nos puso en alerta. Si no hubiese estado la prioridad política, sería otra cosa. Acá hablamos de la vida de los más vulnerables. En buen chileno no se puede escatimar en un uso de recursos adecuado. Y acá también también hay que reconocer el esfuerzo de los privados.
¿Y qué le pasa a usted cuando se acusa al Gobierno de abandonar a la ciudadanía?
-Uno siempre tiene que ser receptivo a la crítica, porque siempre hay cosas que se puede hacer mejor. Y hay cosas que fuimos mejorando en el transcurso. Cuando partimos con el IFE, efectivamente el primer aporte llegó a menos personas de lo que hoy está llegando. Más que duplicamos el pago, y eso también es parte de escuchar cosas que quizás tenía que hacer. Teníamos que hacer ciertas flexibilizaciones para llegar a mayor cantidad de personas.
He recorrido muchas partes, y cuando hay 8 millones de beneficiados, escuchas a las personas en situación de calle, que nos dicen no nos dejen solos porque no habíamos tenido un lugar como este, eso también da cuenta de un reconocimiento de la sociedad. Hay otro grupo que también se ha visto afectado, quizás no con el mismo nivel de afectación, pero que también tiene la expectativa de que el Estado los apoye y no han visto ningún beneficio. Eso es real y es básicamente clase media, que se sigue sintiendo como el jamón del sandwich. Pero por eso hemos tratado de diseñar políticas que vayan ampliando esto, por lo mismo llegó lo del subsidio al empleo. Hay que ir buscando medidas y en la medida que avancemos en desconfinamiento, el foco se tiene que ir a reactivación económica y creación de empleo.
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¿Seguirán entonces buscando fórmulas para complementar lo hecho?
-Sí. Esta es una pandemia que avanza, retrocede, y el factor sanitario también condiciona. Hay que tener flexibilidad. Ese es el mayor desafío para el Estado. El foco está puesto en empleo, y en cómo apoyamos la reactivación, pero, sin dudas, vamos a tener que ir viendo cómo ocurre un posible rebrote. Eso quizás nos hace volver a reactivar con fuerza esta red que tenemos en calle, o transferencias económicas eventualmente. Nosotros vamos en caída con lo que tiene que ver con transferencias directas al bolsillo, pero uno no puede, bajo ningún contexto, no dejar abierta la posibilidad de ir mirando distintas medidas, según como sea que vaya avanzando la pandemia.
El Estado al servicio de las personas en situación de Calle
¿Que diagnóstico hizo la subsecretaría en razón de extender los planos para personas en situación de calle?
-En marzo visualizábamos que se iba a venir un invierno duro, crudo, como todos los inviernos, pero que iba a ser especialmente difícil por el tema de la pandemia. Lo primero fue constituir el Comité Asesor Calle Covid, en el cual invitamos en principio a dos alcaldes, organismos internacionales, el Minsal y nosotros. Si lo hubiésemos enfrentado como un año normal, probablemente habríamos tenido sólo brotes y muertes. Además nos teníamos que hacer cargo de las personas que no estaban dispuestas a trasladarse a un albergue. Tenía que ser un plan que no sólo debía partir antes y durar más, dado la pandemia, sino que tenía que reformularse. Ningún albergue podía tener a más de 20 personas, eso desde ya implicaba duplicar la cantidad de recintos. También acá teníamos tener dispositivos operando 24/7, porque si la persona entraba y salía, el efecto era el mismo en términos de contagio. El trabajo en calle, en el mismo sentido, tenía que agregar elementos de protección personal y testeo. Tuvimos que disponer residencias sanitarias especiales para personas en situación de calle.
Personas en situación de calle prácticamente hicieron cuarentena en las residencias, ¿Cómo se manejo lo referente a consumos problemáticos que tienen asociados?
-Como teníamos residencias de 20 personas, los funcionaros podía hacer un trabajo mucho más integral y personalizado. Eso al final del día te garantizaba una intervención más adecuada. Otra cosa que jugó a favor es que, como tuvimos que buscar más centros, le golpeamos las puertas a la Iglesia Católica que tenía unas casas de retiro increíbles, y eso también nos permitió subir el estándar. Obvio hubo personas que no aguantaron, que volvieron a la calle, pero hubo otros que han tenido un verdadero proceso de transformación.
Cada cuánto están evaluando su continuidad?
-Esto ha sido un tema prioritario, por lo mismo duplicamos el presupuesto en esta materia. Estamos priorizando a los adultos mayores, enfermos crónicos, independiente de cual sea la región. Tenemos en todas las regiones residencias hasta el 30 de noviembre. En Iquique, en un invierno normal, en agosto cerrábamos todo. Hasta el 15 de enero van a estar abiertas las residencias sanitarias. Naturalmente, conforme avance la pandemia, nosotros vamos a ir evaluando. Probablemente a mediados de noviembre vamos a mirar cómo sigue la pandemia y, eventualmente, vamos a evaluar si hay regiones más complejas que otras.
El estado y la «Vivienda primero»
Como ha dicho el ministro Enrique Paris, la pandemia a develado la precariedad en materia de vivienda. Ustedes, en esta pasada, subieron el estándar ¿Pero cómo esto se mantiene?
-Antes de todo lo que íbamos a vivir, en 2019, nosotros miramos la experiencia internacional y vimos un programa, «Vivienda Primero» (Housing First), y lo trajimos en una alianza con el Ministerio de Vivienda. Esto es un piloto que constituye un cambio paradigmático en la política social en términos de calle. Parte de la base de que no podemos seguir considerando la realidad de calle como sinónimo de pobreza. Acá hay múltiples dimensiones que hacen que una persona termine en calle. La idea antes era que la persona que está en calle vea una evolución, paso a paso, donde se va reduciendo el consumo, buscando inclusión, pero que al final del camino ve la opción de la vivienda. Pero lo que hace ahora el programa es dar vuelta ese paradigma, y que lo que estaba al final, la vivienda, es el punto de partida sobre el cual se sustenta una trayectoria de superación.
¿Qué implica este plan?
-Partimos en tres regiones como piloto: Biobío, Valparaíso y Metropolitana, con el foco en los más vulnerables en situación calle, los mayores de 50 años, con más de 5 años en calle. Y empezamos a ver una transformación radical, con el sólo hecho de haberle entregado una vivienda, un techo digno. Partimos con 155 personas, 77 viviendas. Seguimos en piloto pero ya estamos ampliando a otras regiones. Esto da cuenta de que la situación de calle es posible superarla con una red integral. Este es uno de los cambios paradigmáticos más importantes en política social en términos de calle.
¿Es buena la acogida?
-Han permanecido en las viviendas. Tenemos claro que en los primeros 90 días nos jugamos todo, porque ahí se vive la especie de duelo de la persona. Tenemos casos donde no lo lograr, que no se quieren encasillar, pero la gran mayoría sí. Ahí hemos visto cosas muy emocionantes, como transformaciones personales a revinculaciones familiares. Vivienda Primero tiene una duración de hasta 3 años, donde la personas también tiene el tiempo para ir generando ingresos y luego poder automantenerse.
¿Qué desafío se imponen?
-Son cerca de 15.500 personas en situación de calle. Cuando vemos cuántos cumplen con el perfil que hemos planteado inicialmente, estamos hablando de cerca de 1.500 personas. Esa es la meta que nos estamos proponiendo para efectivamente poder decir que vamos a superarla realidad de calle de personas mayores de 50 años. La meta para el próximo año es llegar a 500, y así terminar en un plazo de 3 años con este grupo, que es el mas vulnerable de los que están en calle. Esta es una política de Estado, por eso nos hemos acompañado de las organizaciones y los municipios.