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Treintañeros viviendo con sus padres: de las burlas a la nueva normalidad

El típico “loser” viviendo en el sótano de sus padres, ahora es una cosa del pasado al arreciar una pandemia que acabó con las posibilidades económicas de muchos jóvenes adultos.

Antes de las primeras décadas de este siglo, era un imperativo cultural, casi universal, que los hijos adultos se independizaran lo más rápido posible de sus padres. De hecho, el que no lo hacía era constantemente criticado y/o caricaturizado (recuerden, por ejemplo, al director Skinner y la tóxica y dominante relación con su madre en Los Simpsons). Treintañeros viviendo con sus padres: de las burlas  a la nueva normalidad

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Esto habría sido casi que normal viniendo de una época en la que sólo el 8% de los baby boomers, según el Pew Research Center en los Estados Unidos, permanecían en la casa de sus padres luego de los 25 años en ese país y en la que tenían más probabilidades de encontrar un trabajo y casa propia. Para la Gran Recesión de 2008, estas cifras ya no existían: de acuerdo con los datos del Buró del Censo, el número de personas de 25 a 34 años que seguían viviendo con sus padres, entre 2006 y 2010, se reflejó aproximadamente en un millón de personas, aumentando la cifra hasta en un 12%, para alcanzar casi un 17% hace dos años.

Treintañeros viviendo con sus padres: de las burlas  a la nueva normalidad

Hubo varios factores para esto: un mercado laboral precarizado, los precios de la finca raíz, inalcanzables para muchos jóvenes en varios países y, lo que llamó el doctor Jeffrey Jensen Arnett “la adultez emergente”, donde la edad para tomar decisiones y ser independiente se forjaba desde los 18 hasta los 29 años. 

Esto, también debido a los años de formación, más allá del pregrado, la decisión de tener pareja mucho más tarde que las generaciones anteriores y  las deudas adquiridas en el tiempo de escolaridad (siete de diez graduados debían en promedio 30 mil dólares por sus estudios, de acuerdo con el instituto de Acceso y Éxito para la Universidad, en Estados Unidos).

 “Para que tus padres no te traten como si tuvieras 10 años, muestra que eres un joven adulto responsable” Susan Newman, phD

Pero la pandemia lo cambió todo. Para julio de este año, 52% jóvenes adultos residían con uno o dos de sus padres, según un análisis del Pew Research Center de los datos del Buró del Censo. Este rango poblacional ha sido particularmente afectado por la pandemia (de hecho, uno de nueve adultos dicen que esto es temporal) y factores como la pérdida de empleos, el cierre de los campus y problemas financieros son los más nombrados para ahora estar en esta situación.

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Pero, ¿debe ser así de dramático, cuando quizás sea simplemente una forma más de vivir más allá de unos estamentos culturales que ya no concuerdan con la realidad económica y social de muchos jóvenes?

Entre la negociación y el apoyo

Izzy Martínez es un joven español que vive con sus padres a sus 33 años. Si bien ahora se encuentra sin trabajo, cuenta con el apoyo de ambos progenitores, con quienes se turna en colaboración para tareas domésticas, para compra y con los que comparte sus espacios.

“Con mis padres va todo bien. Les parece normal realmente que viva con ellos, sin trabajo no me puedo independizar. De hecho, el otro día hablé de eso con mi madre y básicamente me dijo que como si me quedaba a vivir con ellos siempre, que no tendría problema”, le explica a Metro. “En casa, pues cuando trabajaba mi madre y yo no, pues yo cocinaba y hacía la compra, no es que me lo exigieran, pero me parece lógico hacer las cosas de casa cuando tengo tiempo y los demás no. Yo sí quiero independizarme cuando pueda, pero no estoy mal con ellos para nada. Además, aquí es prácticamente imposible vivir solo”, explica al hablar de la situación de rentas en su país y la falta de trabajo.

Él, como muchos jóvenes, aún cuenta con la ayuda de sus padres para su propia manutención. De hecho, en Estados Unidos, incluso aún antes de la pandemia, 6 de 10 padres con hijos entre los 18 y 29 años les dieron ayuda financiera el año pasado, fuera para comida, renta o cuentas, muestra el Pew Research Institute.

En este panorama, Izzy, analiza que los mandatos culturales de antes no aplican a su realidad: “Cada persona tiene su ritmo para hacer las cosas. Y concretamente, yo tengo motivos de fuerza mayor para no haber trabajado hasta ahora, y bastante me cuesta no sentirme culpable por no ser un miembro productivo de la sociedad. Si tanto mis padres como yo estamos bien así, ¿quién es nadie para decirnos lo que tenemos que hacer?”, cuestiona.

Por otro lado, se cuestiona el concepto de emancipación. El psicólogo Andrés Gamba, de Areandina, explica que hay hijos que si bien no viven con sus padres, dependen de ellos y otros que viven con ellos son libres económicamente y aportan, teniendo así voz y voto dentro del hogar. “Ser emancipado es ser autónomo y no estar al amparo constante de una figura de autoridad. En este sentido, para lograr esto, viviendo con los padres, se debe llegar a negociar cómo van a ser los términos de la relación, los derechos y las obligaciones y cómo el hijo puede aportar al hogar, así como el respeto de sus espacios. También, en ese espacio, se puede ahorrar para el futuro y para mejorar la hoja de vida, en un mundo laboral aún más competitivo para conseguir las metas. Por otro lado, muchos hijos pueden ver cómo retribuyen a la familia por sus esfuerzos, que a su vez se convierten en apoyo y protección emocional y/o económico en crisis como el desempleo , enfermedades y otros imprevistos”, afirma el experto.

“Kant decía que la mayoría de edad implicaba tomar decisiones y ser responsable de ellas: pasa lo mismo con los adultos. Hay que tomar estas decisiones y en el hogar paterno esto se consigue con convivencia, comunicación, negociación y apoyo. Y, sobre todo, dejar los prejuicios negativos: decir que por hacerlo no se es exitoso”, concluye el psicólogo sobre todo pensando en una generación que aún se castiga por no tener los criterios de éxito de sus padres y abuelos, que por miles de factores ya no hacen parte de su presente y que tienen que reconfigurar su futuro.

4 preguntas a 

Susan Newman, phD, psicóloga y experta en crianza. Autora del libro: “Bajo un mismo techo, otra vez” 

P: ¿Ha cambiado el imaginario del adulto viviendo con sus padres? 

–Esto ha cambiado completamente. Antes se veía al adulto como un ser inmaduro o la gente se preguntaba qué pasaba con él y sus padres . Ese estigma incluso seguía aún vigente antes de la pandemia, pero ahora mismo, ya no se puede hablar de él. Mucha gente de 30, 40 años, está volviendo a la casa paterna por situaciones que van más allá de ellos. Entre esos la economía.

P: También se hablaba de una adolescencia tardía. Hasta se nombró el fenómeno: kidults. ¿Qué tanto aplica ese factor a la hora de vivir con los padres?

–Eso puede ser cierto en algunos casos, pero con la pandemia es más una cuestión de economía y no poder costear renta y otro tipo de gastos. El tema de “no crecer” es un factor, pero ahora mismo no es un gran causal si se habla del gran número de adultos que están volviendo a casa y la pandemia ha incrementado ese número.

P: ¿Qué le diría a la gente de más de 30 años que se siente poco exitosa al vivir aún con sus padres? 

Es una pregunta difícil. Diría: tú tienes compañía. En vez de pensar así de tí, piensa en esto como una oportunidad de fortalecer los lazos con tus padres y conocerlos como adultos. Puedes descubrir cosas interesantes de ellos y míralos como compañeros y como apoyos y agradece que los tienes y tienes a dónde ir. La situación va a cambiar, la pandemia se pondrá bajo control y la economía también.

Y tu tienes una oportunidad de ahorrar, tienes un lugar seguro en dónde estar y tienes, espero, padres muy comprensivos.

P: ¿Cómo evitar una relación tóxica con los padres?

–Para evitar que te traten como si tuvieras 10 años, tienes que mostrar que eres un joven adulto responsable. Ayuda en casa, sé ordenado. No dejes los platos en la habitación ni tu ropa en el piso. Ayuda a cocinar. Ayuda a comprar los alimentos. Eso puede ayudar a que no piensen más en ti como un niño. Necesitas respetar los límites impuestos en casa. Hay cosas de tus padres que probablemente te vuelvan loco y ellos no lo van a cambiar, así que acude a tu sentido del humor para sortearlo.

Y otra cosa es que bajes tus expectativas sobre cómo es vivir con ellos o vivir con ellos de nuevo. Y lo importante también es respetar sus reglas, pero también las reglas de distanciamiento social en esta pandemia.

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