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Camila Vallejo le desordena a la oposición el cuadro constituyente

El proyecto que presentó Vallejo para eliminar los 2/3 del órgano que redactará la Constitución desató polémica. Incluso una diputada debió rectificar.

Llamadas iban, llamadas venían. El proyecto de la diputada comunista Camila Vallejo el 16 de noviembre estuvo lejos de pasar inadvertido. Junto con Karol Cariola (PC), Cristina Girardi (PPD), Pamela Jiles (PH), Camila Rojas (Comunes), Alejandra Sepúlveda (FRVS), Guillermo Teillier (PC) Hugo Gutiérrez (PC) y Tomás Hirsch (Acción Humanista), buscaba, entre otros puntos, que la Convención Constituyente no estuviera amarrada a acordar los puntos de la nueva Constitución por la aprobación de los 2/3 de los integrantes.

“(El proyecto) habilita a la Convención a definir sus propios quórums y mandata que haya un ejercicio de participación permanente en el proceso. Da más eficiencia y acorta los plazos para la redacción de la nueva Constitución», Camila Vallejo, Diputada PC.

Y es que aunque varios de los que suscribieron el acuerdo político del 15 de noviembre -que tenía como aspecto central dicho punto, porque fue el que permitió que Chile Vamos aceptara un plebiscito- consideraban que era una buena medida y, por lo demás, bastante popular; en buen chileno, les desordenó aún más el gallinero. Bastante le había costado a la oposición llevar diálogos más cordiales, pero el hecho que representantes de partidos que firmaron hace un año «el pacto por la paz» ahora patrocinaran «cambiar las reglas del juego», alteró el escenario.

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“No hay que aumentar la desconfianza de la gente en las instituciones políticas. La gente votó ampliamente en un plebiscito con las reglas establecidas. Votaron por una cantidad de constituyentes establecidas y por los quórums”, Rodrigo Delgado, Ministro del Interior.

El presidente de la DC, Fuad Chahin, fue uno de los primeros en acusar el golpe. Señaló en Twitter que «las reglas del juego nunca se cambian en medio de la partida» y calificó la moción de «inaceptable». Incluso dijo que la iniciativa seguía una «lógica chavista».

La conmoción en el bloque fue tal que incluso otra de las parlamentarias que había adherido, Maya Fernández (PS), terminó desistiendo «por la unidad». Descartó presiones, pero aún así desde la tienda no vieron con buenos ojos que estampara su rúbrica. Creen que «se apuró».

Desde el PPD, Girardi descartó replicar ese «gesto» e insistió en que el órgano constituyente debe tener todas las facultades, incluso la de poder modificar los quórum.  Esto, a pesar de que el jefe de la bancada, Raúl Soto, vio la medida como «riesgosa».

«A todos nos gustaría un quórum menor a 2/3, pero es lo que se acordó y en base a eso la ciudadanía votó apruebo el 25 de octubre. Es riesgoso cambiar las reglas del juego a estas alturas, porque la derecha podría pedir por ejemplo cambiar la hoja en blanco y que siga la Constitución de Pinochet donde no se alcance el quórum», sentenció.

Pero ¿por qué tanto revuelo con el asunto? En la interna de las colectividades, más que el fondo (que por cierto no todos comparten), molestó que fuera el PC, a través de un «rostro» cercano como el de Vallejo, el presentara el proyecto. Porque no estaban en el acuerdo, porque realizaron tratativas para sumar más firmas, y  porque creen que están recurriendo a maniobras «peligrosas» para levantar a su candidato presidencial, Daniel Jadue, quien podría estar perdiendo espacio tras la arremetida de «La Abuela».

Ven la moción como un camino para desestabilizar el escenario, porque de todas maneras estiman que no iban a tener los votos para que fuera ley (necesita aprobación de 2/3), pero los hizo «tambalear».

En medio de las hipótesis, en  todo caso, la presidenta de RD, Catalina Pérez, insistió en que los acuerdos se respetan. Si bien en la colectividad varios fueron «tentados», como comentaron representantes en privado, la timonel recalcó que «los plebiscitos de entrada y salida, el quórum de ⅔ y la hoja en blanco, fueron los elementos estructurales del acuerdo que permitieron el compromiso, entre actores que pensamos distinto, de viabilizar la demanda de terminar con el legado de Pinochet y lograr una nueva Constitución».

Sin perjuicio de eso, añadió, «me parece legítimo que existan otras visiones y sectores que deseen reabrir ese debate».

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