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Reír para no llorar: la dura realidad de los circos por la pandemia de coronavirus

Las carpas no han recibido público desde marzo y se espera que desde marzo vuelva la gente, con aforo reducido y otras restricciones.

AgenciaUno

La otra cara de la medalla, la que no se asocia a la alegría del circo, han vivido los  integrantes de ese mundo en los nueve meses de pandemia de covid-19 en el país.

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Cesantes desde marzo, payasos, equilibristas, magos, mimos, tragasables, contorsionistas, músicos y «Señores Corales», entre otros, han soportado un duro tiempo.

circo (Cristobal Escobar/AgenciaUno/Cristobal Escobar/AgenciaUno)

Y varias han sido las estrategias que han usado para sobrevivir, como cuenta Abraham Lillo, el payaso «Caluga Junior», hijo del mítico «Tony Caluga» que personificó su padre Abraham Lillo Machuca, fallecido en 1997.

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«Ni siquiera para el Golpe de Estado de 1973 estuvimos tanto tiempo sin actuar. Ha sido muy complicado, pese a que la gente del circo siempre ha sido ahorrativa, por la naturaleza de la actividad. Pero ahora hemos salido a la calle disfrazados a vender nuestros productos, para generar dinero».

«Estos meses han sido complejos. Nosotros hicimos un show virtual y tenemos otro para mediados de diciembre, pero lo ideal es trabajar más, asumiendo las restricciones sanitarias», agrega el «Tachuela Chico», Agustín Maluenda, quien hace nueve años se separó de su hermano Joaquín -el «Tachuela Grande»- y desde entonces trabaja junto a su hijo «Pastelito», Agustín Maluenda Ríos.

La semana pasada, el Gobierno anunció que podrán recibir público los circos que funcionen en comunas que estén en la etapa 4 del plan Paso a Paso y que se espera que en enero empiecen a funcionar 60 de los 150 circos del país, en los que trabajan alrededor de cinco mil personas .

En esa fase 4 pueden operar teatros, cines y lugares análogos con un máximo de asistencia del 50% de su capacidad, con distancia entre personas de al menos un metro y sin consumo de bebidas ni alimentos.

«Estábamos en lugares análogos. Ahora nos consideran como corresponde», dicen los trabajadores circenses, soñando con volver a escuchar risas y aplausos.

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«Caluga Junior»: «Estamos subsistiendo y reinventándonos»

«Solo esperemos que pase todo esto para volver a trabajar», dice Abraham Lillo hijo, quien tiene una carpa para 1.200 personas.

El heredero del «Tony Caluga» cuenta que «funcionar con un 25% de capacidad, como se permitió en un momento, no es rentable. Ahora con la mitad de asistencia se abre una posibilidad».

«Este negocio se basa en lo que va entrando en cada función, por eso hay que ser ordenado. Nuestro circo estaba en marzo en Quillota cuando empezo la cuarentena. Estábamos listos para funcionar y no pudimos. Pensamos que la para sería de un mes. Nunca se había vivido una situación como esta».

 Lillo, de 71 años, encabeza un grupo de 35 personas, y se quedó un buen tiempo en Quillota (donde permanece la carpa) antes de volver a Santiago.

 «Estamos subsistiendo y reinventándonos, y a la espera del regreso».

«Tachuela Chico» y «Pastelito».

“Tachuela Chico»: «No hemos recibido ayuda de ningún tipo»

Con su carpa para 1.800 personas ubicada en su parcela de La Pintana está Agustín Maluenda, quien confía en regresar pronto a las pistas y por mientras alista una función online para el 19 de diciembre.

 «Somos como las hormiguitas, por eso hemos sobrevivido. Tres cuartas partes de los circos han salido a las calles a vender lo que se ofrece en las carpas. Somos duros de matar», dice este artista de 64 años. 

El «Tachuela Chico» recalca que «no hemos recibido ayuda de ningún tipo, ni cajas, ni bonos, ni IFE, ni préstamos. Nada. Somos payasos y parece que no tenemos necesidades».

Su circo quedó varado seis meses en San Felipe cuando empezó la pandemia. Tiene 87 personas, sus artistas extranjeros regresaron a sus países y los chilenos se acogieron a la ley de protección del empleo, mientras esperan el regreso a las pistas.

Bartolomé Silva.

La resistencia del circo

 

Bartolomé Silva es profesor de Teatro y del Diplomado de Artes Circenses en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.

Desde su experiencia, narra que «como el circo es presencial y se mueve y vive del público, el impacto de la pandemia ha sido enorme. El coronavirus es un quiebre total a su naturaleza, pues este arte con una mirada empresarial se traslada y se nutre económicamente de la taquilla y de la venta de productos al interior de la carpa. Por eso hasta el famoso «Cirque du Soleil» se ha visto muy afectado». 

El profesional recalca que «no hay que olvidar que este es un trabajo familiar, que se traspasa de generación en generación, lo que le da un sentido único y explica la permamente pelea de sus miembros por mantener al circo siempre presente. El circo tradicional siempre tiene crisis, y se ha reformulado una y otra vez, reinventándose. Lo hicieron muchos al no trabajar más con animales e incluso algunos usan sus camiones para el transporte cuando hay problemas. Pero el circo seguirá vivo».  

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