Estados Unidos está de duelo por la muerte de Larry King, el entrevistador más célebre de la televisión -acaso a nivel mundial- que falleció en un hospital de Los Ángeles donde llevaba más de una semana hospitalizado a causa el covid.
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Larry fue un maestro del periodismo sin ser periodista, y su vida puede dar margen a más de ua película por las historias que acumuló y los personajes que le rodearon siempre. Y no sólo su quehacer público, sino también el privado, porque sus biógrafos revelan que se casó ocho veces -en dos con la misma mujer-, se arruinó con las apuestas, estafó a un socio para pagar sus propias deudas y tuvo problemas de impuestos con el fisco…
Era un buscavidas, un tipo de la calle y -aseguran- se esforzaba en que eso se notase en sus entrevistas, en su acento de barrio y el humor socarrón.
También sus cercanos cuentan que King fue un mal estudiante que sólo soñaba con triunfar en la radio. Se fue rumbo a Florida, donde empezó limpiando el piso de una pequeña emisora local. Cuando ya pudo hablar frente al micrófono, cambió su apellido Zeiger, porque le comentaron que sonaba muy judío.
Se calcula que realizó unas 50.000 entrevistas con veinte preguntas por cada figura. Dialogó con líderes mundiales y reunió, por ejemplo, a Yasser Arafat, el rey Hussein de Jordania y Yitzhak Rabin en una entrevista cumbre en 1995. Su marco de entrevistados no tuvo límites ni restricciones: fueron políticos, estrellas del deporte, líderes religiosos, celebrities juveniles o expertos en fenómenos paranormales.
Sinatra y Brando, los amigos del viejo Larry
Larry nunca nunca se consideró un periodista ni le interesó la Academia. Sus entrevistas no eran interrogatorios policiales para desnudar al invitado, sino una conversación amable y constante, cada noche, en la que King sólo hacía que sus entrevistados hablaran.
Lo consiguió con el gran Frank Sinatra, a quien le detestaban los entrevistadores. O con el famoso Marlon Brando, con quien acabó cantando a dúo y dándose un beso de amigos que se convirtió en viral cuando las redes sociales no existían.
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Desde 1985 estuvo en la pantalla global de CNN, donde el magnate Ted Turner le fichó en los comienzos de la cadena de noticias, y pronto su programa diario se convirtió en el más visto del canal.
En 2010 dejó esa cadena porque su estilo reposado y amigable cada vez tenía menos arrastre y la competencia politizada le levantó el ráting. Mantuvo los especiales en CNN y, ya pisando los 87 años, era un comentarista habitual de Twitter, pero este sábado su opinión -sabia y experimentada- se calló para siempre…