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Lo que viene con la pandemia de coronavirus: menos casos graves y muertes, pero alta infección

Con la vacuna, disminuyen las chances de enfermar gravemente, caer en las UCI y al final fallecer.

Agencia Aton/ Jonnathan Oyarzún

El mundo mira a Israel como ejemplo de lo que puede pasar cuando una alta cantidad de gente es vacunada contra el coronavirus. En ese país, más de la mitad de sus nueve millones de habitantes ya han sido inoculados -mayoritaramente con el producto de Pfizer/BionTech, del que han llegado 800 mil dosis a Chile-y sus cifras de casos graves y muertos han bajado. 

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También cayeron los contagios, pero como algunos grupos ortodoxos y de raíz árabe no han hecho caso del todo a las medidas de autocuidado, esa disminución no ha sido tan abrupta.

En nuestro país, ya con más de cuatro millones de vacunados de forma principal con Sinovac y en pleno proceso de administración de la segunda dosis, las cifras muestran que estamos en un escenario parecido al del invierno de 2020. 

Y desde el Minsal admitieron que ello se debe a la alta movilidad producto de las vacaciones en enero y febrero, escenario que podría mantenerse y hasta aumentar con el regreso a las actividades laborales y educativas de marzo, más allá del “modo covid-19”.

“Volvimos el viernes 5 de marzo a tener más de cinco mil casos diarios, algo que no se daba desde mediados de junio. Pero la diferencia es que ahora la distribución del virus es mucho más homogénea. La enfermedad está presente en todo el país, y la situación podría empeorar cuando comience el frío y las condiciones de ventilación sean más malas”, señala el el kinesiólogo y Magíster en Salud Pública y Planificación Sanitaria, Claudio Olmos, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad Andrés Bello.

“La alta cantidad de vacunados es un logro muy importante, pero la vacuna no evita el contagio, sino que disminuye la probabilidad de desarrollar la enfermedad en sus formas más graves. Y la aparición de mutaciones más contagiosas complica el panorama.  No habrá una disminución de casos hasta alcanzar la inmunidad de rebaño, con el 80% al 90% de la gente vacunada”, agrega.

Tomás Pérez-Acle, del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso y académico de la Universidad San Sebastián, agrega elementos al tema.

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“Todos los vacunas sirven y dismuyen la mortandad, pero Israel usa una que otorga mayor protección contra la infección, con un promedio del 60% al 70%. La de Sinovac bordea el 50%. La estrategia chilena no necesariamente nos llevará a disminuir el número de casos en el corto plazo. De hecho, es más probable que ello no ocurra, por la alta movilidad y si no se siguen medidas de autocuidado. Lo que sí debe suceder es que baje la saturación de las UCI, pues la inmunización evita llegar a una situación crítica que lleve a la muerte”.

Sobre el alza de contagios, Pérez-Acle sostiene que “calculamos que por la alta movilidad, en la segunda o tercera semana de abril podríamos llegar a un número diario de contagios de seis mil personas, como en el peor momento del invierno. Pero si la cepa británica, que es más contagiosa y letal, es la que predomina desde ahora en el país, lo que puede darse al revisar los tiempos de diseminación en otros países, podríamos subir los contagios quizá al doble o a cerca de diez mil por jornada”.   

Y el investigador chileno-catalán Ricardo Baeza-Yates, cientista computacional, investigador de la Universidad de Northeastern de Estados Unidos y profesor en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, sostiene que “la vacuna evita los casos graves de la enfermedad, no evita la infección. Eso hay que tenerlo muy claro. Así es que la cantidad diaria de enfermos no necesariamente va a bajar. Incluso, esa cifra podría aumentar si las medidas sanitarias se relajan. Por otro lado, el número de fallecidos debería comenzar a disminuir cuando ya todas las personas mayores tengan dos semanas después de la segunda dosis, que se empezó a colocar el miércoles 3 de marzo”.

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