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Fernando Atria: “Piñera no se atreve a asumir su responsabilidad ante el pueblo”

Si hay alguien que lleva tiempo criticando la actual Constitución es Fernando Atria. Y desde ahí, no duda en criticar al Ejecutivo.

Fernando Atria es un crítico del Gobierno y, hace años, dice que hay que terminar con la Constitución tramposa de Pinochet. Por eso, desde la lista «Apruebo Dignidad» y en representación del distrito 10 busca un cupo en la Convención Constitucional, para, según él, crear espacios de conversación y de participación directa de la gente.

¿El diálogo ciudadano ha modificado los lineamientos iniciales que se planteó?

En general han ido reafirmando tanto el diagnóstico como el tipo de propuestas. Por cierto, eso se va especificando, pero una cosa es saberlo y otra es ver el nivel de profundidad de la crisis de legitimación que tienen todas las instituciones y el resultado de la Constitución tramposa. Esa deslegitimación es totalmente inédita.

¿Cuál es el diagnóstico y cómo enfrentarlo?

La crisis existe porque la forma política que fue rechazada el 18 de octubre de 2019 ha hecho patente que la idea democrática de que la política institucional representa al pueblo, hoy no tiene ninguna realidad en la vida ni en la experiencia de las personas. Nadie se traga esto de que la Cámara de Diputados representa al pueblo. Es pura palabrería. De hecho, cuando se escuchan apelaciones a la democracia representativa, normalmente es para negar formas de  participación. Por eso, en primer lugar, la nueva Constitución necesita crear una política que sea vista por las personas como la medida de su poder y no como un recordatorio de que no tenemos poder. Las personas deben ver que participan, porque la política es de ellos, no de la clase política. 

¿Qué mecanismo hay que introducir para garantizar eso?

Cuando hay elecciones, podría haber competencia entre visiones sobre lo que el país necesita. Porque si algo se decide en un sentido, se va a hacer. Eso hoy no pasa y todos sabemos que si gana un gobierno que dice que va a hacer un proceso constituyente, o que se va a transformar la educación en un derechos social, está muy bien, pero sabemos que probablemente no se va a poder, porque la forma política de la Constitución actual creó un sistema que no lo permite. Por eso pareciera que estamos condenados a seguir discutiendo por décadas sobre diferentes reformas. Construir una política que pueda actuar para que sea vista como el brazo institucional del poder del pueblo es la primera condición. Si no hay eso, la nueva Constitución no va  solucionar la crisis. 

¿Cuáles son sus tres esenciales para la nueva Constitución?

Tiene que eliminar todas las trampas de la Constitución tramposas, y lo que vemos con el tercer retiro es una demostración espléndida de eso. Las votaciones del 10% han sido abrumadoras, pero da lo mismo, porque cinco ministros del TC, ni siquiera la mayoría, pueden decir que no por hacerle un favor al gobierno. Luego, crear un régimen político eficaz, porque con el presidencialismo que tenemos, cuando no está línea el Ejecutivo con el Congreso, se tranca todo. Y en tercer lugar, hay que introducir mecanismos de participación que transfieran poder a la gente, por ejemplo, con iniciativas popular de ley y/o con plebiscitos revocatorios de autoridades y leyes. 

Pero hay una sensación a veces de que ese cambio no se puede, aunque muchos lo compartan…

Sí, yo creo que eso le pasa a la gente. Y creo que esa es la razón de que el porcentaje de participación ha ido en picada, porque la gente siente que da lo mismo escoger por un programa o por otro, porque el asunto no va a cambiar, siempre pueden poner excusas para no hacer las cosas. Pero sí podemos esperar un cambio. Eso sí, hay un grupo que tiene suspicacia, porque han sido tantas veces las que han dicho que el modelo va a cambiar y no pasa nada.

Y si aún con este proceso inédito el cambio no llega ¿Qué nos queda?

El proceso constituyente no fue un capricho de alguien. Aunque la derecha decía que era una mala interpretación de las demandas, quedó demostrado lo contrario con la votación del plebiscito. Hay un 80% que rechaza esta Constitución. La nueva, surge por una necesidad de solucionar la profunda crisis. Entonces, hay dos posibilidades. O el proceso es exitoso en darnos una Constitución que ponga a la política en camino de relegitimarse, o no. Si no cambia la política y sigue siendo la misma -lo que no creo que vaya a pasar- no habrá solución a la crisis y continuará profundizándose. Si eso pasa, dada la profundidad del problema que ya hay hoy, la conclusión se la dejo al lector. 

¿Cree que la Convención tendrá verdadera soberanía para dirimir?

Creo que esa discusión ha sido absurda. Está claro que hay ciertas reglas bajo las cuales la Convención tiene que tomar decisiones. Para aprobar las normas de la nueva Constitución y el reglamento, la votación necesita dos tercios. Conforme a las reglas que se le aplican, la Convención puede tomar decisiones sobre, por ejemplo, la posibilidad de un plebiscito dirimente. Podría tomar la decisión de un plebiscito no vinculante. Acusar al que sugiere posibilidades de que se salta las reglas es absurdo. Es una manera de eludir el problema de fondo. Creo que es para no decir que se oponen a formas de participación directa. 

¿Estaría de acuerdo con que, por razones sanitarias, se aplace nuevamente la elección?

Yo creo que es bien importante que se hagan. La preocupación por la salud de las personas no debería llevarnos a ignorar la relevancia de la salud de la política y la democracia. Aparte, el resultado de las medidas de confinamiento parecen ser auspiciosas.

¿El manejo que ha tenido el Gobierno de la pandemia cree que influya en los resultados?

Esperaría que la actitud displicente de este Gobierno sí incida. Además, creo que hay ánimo constituyente, de que esto como está, no puede seguir así. 

¿Qué opina de las trabas al tercer retiro?

Es la realización más trasparente de la Constitución tramposa. Reafirma que hay decisiones que no se pueden tomar. ¿Bajo qué argumentos? Da lo mismo. Lo que importa es que, por ejemplo, no se pueda cambiar el sistema de AFP.

¿Qué cree que está detrás de la determinación de Piñera de recurrir al TC y no utilizar sus otras atribuciones?

Irresponsabilidad. No se atreve a asumir su responsabilidad ante el pueblo y reconocer que él es el que se opone. Recurre a argumentos absurdos, como que está obligado a recurrir o que luego no puede retirar el requerimiento. Son sólo voladores de luces con el fin de que no sea él el que aparezca oponiéndose, sino que sea el TC. Vamos a ver si el TC se presta para esto. 

¿Qué futuro le ve al proyecto?

Desde el punto de vista del tribunal, acoger el requerimiento sería un suicidio institucional, sobretodo ad portas de un proceso constituyente. Desde el punto de vista del Gobierno, que vaya a alegar al tribunal días antes de la elección, es bien poco conveniente, porque hay una clara necesidad social de la cual no se ha hecho cargo.

¿Y que le parece que la alternativa sea un acuerdo para impulsar una reforma tributaria?

Chile necesita una estructura tributaria distinta y eso no tiene que ver con el tercer retiro. El sistema tributario es prácticamente neutral a la distribución. Si se considera la distribución del ingreso antes de impuesto y transferencias y después, y es prácticamente idéntica. ¿Es capaz este gobierno de hacer eso? Creo que no. Si estuvieran dispuestos hay que considerarlo. Mientras tanto, como una medida que el costo de la pandemia se distribuye más justamente, el impuesto a los súper ricos es una medida necesaria. 

¿Cree que la derecha que se muestra más progre realmente cambió?

Hay una derecha que dice ser más dialogante, abierta, pero que cada vez que importa, reaccionan igual que la derecha de siempre. Sorprende la campaña que han hecho respecto de que la nueva Constitución debe ser mínima para dejar espacio a la política, pero son los mismos que llevan 30 años apoyando una Constitución tramposa. O en la franja, la UDI salía hablando de derechos sociales, lo que parece una tomadura de pelo. Creo que han entendido que el momento del neoliberalismo terminó y que, por lo tanto, necesitan un lenguaje distinto. Si hacen explícitas sus ideas, no tienen ninguna oportunidad. Su apuesta es a que los votantes no se van a dar cuenta.

¿Si Lavín llega entonces a La Moneda sería mediante un engaño?

Si la derecha gana mostrándose como la gran defensora de los derechos sociales y de la igualdad, que cada uno saque sus conclusiones. Uno puede decir que a lo mejor se convirtieron, pero creo que no. Tengo la impresión de que la derecha no es el principal partidario de la solidaridad o derechos sociales en igualdad. Los candidatos llegan con su historia, con lo que han hecho o no, y ahí los electores deben mirar si lo que la persona dice, a la luz de su historia, es o no creíble. 

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