El año y medio de pandemia por coronavirus no sólo ha contagiado a 175 millones de habitantes en el mundo y ha causado la muerte a más de 3,7 millones de personas en el planeta, sino que ha puesto en la primera línea de exposición al virus a los trabajadores de la salud, quienes han sufrido un evidente desgaste físico y mental, que quedó de manifiesto en los resultados de una encuesta realizada en Austria, donde el 45% de funcionarios que se desempeñan en cuidados intensivos aseguró que piensa cambiar de trabajo.
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El estudio, liderado por la enfermera Alexandra Gferer y la socióloga Natali Gferer con el apoyo de la Asociación Austríaca de Salud y Enfermería (ÖGKV), tomó como referencia la opinión de poco menos de dos mil quinientas enfermeras y enfermeros intensivistas de hospitales de la nación alpina, durante un periodo comprendido entre el 30 de marzo y 24 de abril. Y los resultados fueron elocuentes: dos de cada tres de los encuestados piensa en cambiar de trabajo y un cinco por ciento ya tiene planes concretos en esa dirección.
Un duro resultado producto de la presión que han debido enfrentar, como todos los trabajadores de la salud en el mundo, para asistir a los miles de contagiados en condiciones de escasez de camas, saturación del sistema y la violenta actitud de varios pacientes que han llevado a los funcionarios de la salud a cuestionarse su continuidad en su profesión.
Según revela la ÖGKV, varios son los factores que han gatillado a los trabajadores sanitarios a replantearse su vocación.
«El 86% de los encuestados asegura que la situación laboral de los trabajadores de la salud y las enfermeras en los hospitales ha empeorado masivamente. Incluso después de un año de pandemia, más de la mitad de ellos opinan que la situación laboral se ha deteriorado aún más», explican.
Del mismo modo, detallan que «debido a la pandemia, el 85% siente que está psicológicamente alterado o muy estresado y que en este periodo ha visto aumentar sus miedos y preocupaciones. Además han incrementado sus problemas de insomnio y físicamente la situación laboral inadecuada agota las últimas reservas de energía de los trabajadores de salud y enfermeras, lo que se refleja en síntomas como agotamiento, muestra de dolor adicional o aumentado y otras molestias físicas».
Gran parte de ellas, declaran en la asociación, producto de que «el personal de salud y enfermería considera un aumento adicional en su carga de trabajo (81%), un mayor esfuerzo organizativo (59%), uso de equipo de protección durante horas (57%), escasez de personal (55%) y la imprevisibilidad de saber cuando acabe la pandemia ( 53%)».
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Otro de los puntos que explica la desmotivación está radicado en el estrés que han sufrido enfermeras y enfermeros con los mismos pacientes y familiares de los enfermos, ya que el «44% opina que la agresión y la violencia por parte de los pacientes han aumentado desde el inicio de la pandemia de covid-19. Durante la pandemia, el 77% de los trabajadores de la salud se vieron afectados por la agresión y la violencia de los pacientes. Esto corresponde a más de 47 mil enfermeras en Austria. De ellos, un 60% fue víctima de violencia verbal -insultos y amenazas- y el 17% de violencia física -golpes, patadas, mordiscos-«.
A la fecha, consigna el estudio, «más de 10 mil trabajadores de la salud han estado expuestos a la violencia física por parte de pacientes durante la pandemia en Austria».