Quería escribir sobre la ola de incendios que nos azotan, pero la situación en parte del sur es preocupante. Hay que encontrar una solución más pronto que tarde, por el bien de todos. La inmensa mayoría del pueblo mapuche es pacífico y trabajador. No hay que dejarse amilanar por unos pocos violentistas. Y la solución no es «más mano dura». Eso es justamente lo que quieren los sectores más radicalizados del mundo mapuche: más violencia. No se saca nada.
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Quienes piensan sólo en más fuerza pública, militares quizá, sólo alientan y justifican la violencia en que han caído los sectores más duros del movimiento mapuche. Hay que llegar a un acuerdo como ha ocurrido en otros países. Todos los países del mundo tienen pueblos originarios. La inmensa mayoría ha llegado a acuerdos satisfactorios: Nueva Zelandia, Australia, Canadá, por nombrar unos pocos. El único en que no se logra es Chile.
Se han hecho buenas propuestas en estos últimos lustros y ninguna ha llegado a buen puerto. ¿Por qué? Cuesta entender tanta desidia, pusilanimidad en buscar acuerdos que la única manera de avanzar. Pensar en soluciones como la de Nueva Zelandia, en donde los pueblos originarios tienen una equilibrada y proporcional gravitación en el mundo político, como debe ser.
Supone también inversión en caminos, escuelas y fuentes de trabajo, como se hizo en México, en Chiapas. Nada de eso ha ocurrido. Ser pobre en Chile ya es complicado; serlo en la Araucanía, peor aún. Son sectores abandonados por el grueso de ese Chile que se ufana de progreso y se llena la boca con la modernidad.
Sin una integración real del mundo mapuche, difícil hablar de tolerancia, integración y menos de progreso.
En este país, nadie sobra. Hay que hacerse la idea de que debemos aprender a convivir unos con otros pacíficamente, hijos de una misma tierra. No son problemas insolubles. Otros países han logrado una convivencia armoniosa y virtuosa notables. Imitémoslos.
En otro orden de cosas, en estos días se vota la posible despenalización del aborto en tres causales. Es un eufemismo para no hablar de legalización, que es lo que finalmente se quiere aprobar: la posibilidad de un aborto que dé libertad para hacerlo arbitrariamente. El aborto es un crimen. No se justifica bajo ninguna circunstancia. La discusión nos debe llevar a reforzar la opción por la vida, a defenderla siempre, en toda circunstancia y lugar.
Nunca se justifica la muerte de un ser inocente, que es persona desde su concepción, hasta la muerte natural. En efecto, los mejores esfuerzos deben estar enfocados en proteger y salvar la vida del ser inocente y no en acabar con ella. La tragedia de los niños que viven en el Sename son un buen ejemplo de que, en estas materias, todo esfuerzo por cuidarlos son pocos.
Ojalá este año encontremos caminos de buena convivencia como chilenos. Hagamos nuestros mejores esfuerzos. Cada uno dentro de sus posibilidades. Todos ganamos. Y diga sí a la vida.
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