- Analista internacional
El mundo observa atónito lo que muchos creyeron imposible. Expertos vaticinaron que Donald Trump jamás sería el candidato del Partido Republicano. Luego anticiparon que Hillary Clinton lo derrotaría. En cuanto a su estilo agresivo y errático se pronosticó que era una postura electoral pasajera y que evolucionaría si llegase a ganar. No fue así.
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En su condición de presidente electo sus tuiteos mantienen la misma irreverencia e imprevisibilidad. Ha aplaudido el Brexit, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, y adelantó que desea que otros países sigan su ejemplo. Así, ataca de lleno a los gobiernos de Alemania y Francia, entre otros.
Cuestiona a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), la alianza entre Estados Unidos y Europa que ha sido el pilar de la hegemonía militar occidental.
Amenaza a China con una guerra comercial y con impedirle el acceso a ciertos islotes en el Pacífico Sur ocupados por Beijing.
Ni hablar de México, América Latina y el Caribe que han sido advertidos que millones de personas serán deportadas. Además, insiste en construir un muro en la frontera mexicana para frenar el flujo inmigratorio. El cuadro es confuso y, por lo mismo, cargado de una ominosa incertidumbre.
El mayor enigma es qué ocurre en las relaciones con Rusia. Trump cree en el poder duro, militar y económico, y está dispuesto a emplearlo. En el ámbito castrense sólo Moscú es capaz de amedrentar a Washington. En consecuencia, un entendimiento estratégico con Rusia despejaría al mayor adversario del escenario mundial. Mejor aún sería la cooperación entre los dos países para combatir a enemigos comunes. Trump ha señalado que el yihadismo y el Estado Islámico en particular es la mayor amenaza internacional para Estados Unidos. Rusia también ve a los yihadistas como un reto a su seguridad interior. Nada mejor que un enemigo común para sellar un acuerdo entre los tradicionales adversarios que durante la Segunda Guerra Mundial fueron aliados contra el nazismo.
Los servicios de inteligencia estadounidenses, con la CIA a la cabeza, tienen sus propias teorías sobre la afinidad entre Vladimir Putin y Trump, pues insinúan que el segundo se habría beneficiado de operaciones de influencia rusas. Ello por los ciberataques a los computadores del Partido Demócrata de Hillary Clinton. Las revelaciones fueron filtradas a WikiLeaks y contribuyeron a su derrota. Además, fue divulgado un memorando que alerta sobre videos en que Trump compartiría el lecho con prostitutas rusas. Hecho que lo pone en una situación de vulnerabilidad en la puede ser chantajeado con facilidad. Putin negó toda veracidad a las versiones y dijo que si bien las prostitutas rusas eran las mejores del mundo, a Trump, organizador de concursos de belleza mundial, no le faltaban mujeres hermosas.
Barack Obama deja la Casa Blanca por la puerta ancha con un sólido 57 por ciento de aceptación según las encuestas. Trump ingresa con el nivel más bajo de popularidad jamás registrado para un presidente entrante: un magro 40 por ciento. Ello habla de un período de gracia breve y un estrecho margen de maniobra.
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