- Profesora
Los once chilenos que perdieron sus vidas combatiendo los incendios, el dolor de sus familias, los miles de damnificados que perdieron sus hogares y el desolador paisaje de nuestra tierra arrasada por el fuego, son el rostro de la nueva tragedia con la que debemos convivir. Es cierto que ante la gigantesca magnitud de la catástrofe, todo lo que no sea ayudar parece de sobra. Y aunque también es cierto que las lecciones no apagan incendios, ellas sí pueden evitar o atenuar los siniestros que podamos sufrir en el futuro.
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Lecciones de heroísmo como las que nos entregaron los carabineros y bomberos mártires, y las que nos enseñan cada día todos aquellos que aún siguen luchando sin descanso contra la destrucción de las llamas.
Lecciones de generosidad como las que nos dieron Lucy Avilés y su marido Benjamin Watson. Ellos nos mostraron la grandeza de dar sin esperar nada a cambio. Un gesto que despertó muchas sospechas y desconfianzas, tal vez porque nos acostumbramos a vivir en una sociedad donde se admira al que no da “puntada sin hilo” y se aplica la ley del “pasando y pasando”. Mientras a unos les costaba creer en la gratuidad del ofrecimiento del SúperTanker, a otros les costaba aceptar que aquella generosa solidaridad viniera de particulares, de la sociedad civil y no del Estado.
Lecciones de ciudadanía como las que nos dieron desde Facebook y Twitter los miles de chilenos que viralizaron y multiplicaron por las redes sociales el inédito mensaje de una chilena que ofrecía un avión para aplacar los incendios. Esos mismos ciudadanos después, ante el silencio de las autoridades y el paso de los días, iniciaron espontáneamente una campaña para presionar y exigir una respuesta del Estado, logrando finalmente el arribo de la aeronave que tanto bien y alivio ha traído a Chile. Y del mismo modo, aprovechando estas herramientas para organizarse y llegar con distintas ayudas a los damnificados.
Lecciones de solidaridad como la de los cientos de brigadistas de Colombia, Perú, México, Argentina, Estados Unidos, España, Francia y Portugal que repartidos en los campos y pueblos del sur, abren cortafuegos para contener las llamas y proteger las vidas y bienes de nuestros compatriotas. Y también la solidaridad de Rusia con su avión Ilyushin, bautizado ingeniosamente como “El Luchín”, que se suma al combate aéreo del gran SuperTanker.
Pero también debemos aprender lecciones de los errores, las improvisaciones y las omisiones para no volver a tropezar con ellos. Aprendimos que debemos profundizar la descentralización y modernización del Estado porque la densa maraña de la burocracia santiaguina entorpece y obstruye las soluciones en las emergencias.
Aprendimos que debemos contar con planes, protocolos y medios para enfrentar los incendios, tal como los tenemos para los terremotos y las inundaciones. Y desgraciadamentetambién hemos aprendido que convivimos con grupos capaces de incendiar pueblos y disparar contra quienes acuden en su ayuda.
No podemos permitir que el sacrificio de tantos sea en vano. Por eso el Estado tiene el deber de sancionar a los responsables de esta tragedia y de tomar todas las medidas necesarias para proteger -eficazmente y en cualquier parte de Chile- a sus ciudadanos.
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