- Diletante
El próximo 5 de febrero se cumplen 50 años del fallecimiento de Violeta Parra.
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Celebramos su memoria con profundo dolor y quebranto al ver cómo se incendia Chile. Si había carne en su palabra es porque nacía del fuego incandescente de ella, ese que arrasa con la verdad toda mentira.
El fuego de la palabra está encarnado en su canto. En todas sus letras reluce la Verdad de la poesía, poesía que quema al vano, que ilumina la humildad del artista bendito: “Hoy es su canto un azadón / que le abre surcos al vivir, / a la justicia en su raíz / y a los raudales de su voz. // En su divina comprensión / luces brotaban del cantor”.
Y brilla un gran resplandor en el contenido, porque se juega la pasión de su sangre, cual auto sacramental en la tinta que va derramando, letra por letra, sílaba a sílaba, palabra por palabra, verso tras verso, estrofa con estrofa y poema y canto al fin: “… Mi paso ha retrocedido / cuando el de ustedes avanza, / el arco de las alianzas / ha penetrado en su nido / con todo su colorido / se ha paseado por sus venas, / y hasta las duras cadenas / con que nos ata el destino / es como un diamante fino / que alumbra mi alma serena”.
En su obra se juega la vida. Ella, la obra, es su vida, pues no sólo embelesó la palabra; hizo de su vida una obra de arte. Vio en el misterio de la vida misma la materia prima de una plástica destinada a la exultación… que selló con sus “Gracias a la vida”.
En estos días asolado se halla el valle central, terruño fértil que la vio nacer, pero con un fuego de mentira, portador de un “humo criminal”, como apunta certero Carlos Peña. ¿Por qué ocurre este desastre? ¿Cuál será la deuda de nuestro pueblo sufriente con el Mal? Infinitas son las mentiras para la única Verdad de unos hechos que no tienen el perdón de Dios. Run-Run divaga extraviado en el norte: “… que la vida es mentira, que la muerte es verdad…”. ¿Qué sentiría Violeta Parra? ¿Cuánto sería su dolor?
Sufrimiento, identidad, justicia y folklore son los pilares de hierro que sustentan su canto de epifanías y de jardines investido.
La serenidad de su alma es ajena a los embates de lo mundano. Pero siendo mundo, se desgarra no obstante como una ofrenda de la sangre al sacrificio de la Providencia. El dolor es la arremetida de la vida al desnudo en la intemperie; la cultura de los pobres de espíritu representa la dignidad del pueblo en su abandono de santas miserias en su creación literaria; la justicia en su voz cae como un relámpago para fulgurar al hacedor de males; y el folklore, el medio sobre el que vuela el canto, inspiración de arrebato místico de su amor incondicional por el pueblo, paradigma de nuestra identidad cultural.
Adhiero a la maldición desde el alto cielo de Violeta. ¡Maldigo al impío! ¡Maldigo a quien traiciona a su propia tierra, a sus ancestros, a su Patria! ¡Maldigo a quien traiciona a su familia, a sus hermanos! ¡Maldigo al usurpador y al cipayo!
“… ¿Quién me da la explicación? / solo el sabio Salomón, / pero se halla tan distante…”.
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