- Diputada del Partido Socialista
En el momento que escribo esta columna, los incendios en nuestro país siguen arrasando grandes extensiones de territorio, quemando bosques, casas y hasta pueblos. Muchas personas han sufrido la destrucción total del lugar donde desarrollaban su vida, hacia ellos debe estar dirigidos nuestro pensamiento y energía para reconstruir lo que el fuego ha destruido.
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En estos momentos difíciles para el país, surge una solidaridad que nos permite reconocernos a todos como parte de una comunidad, ésta se ve especialmente reflejada en aquellos que arriesgan sus vidas por ayudar a los demás. Bomberos, brigadistas, carabineros y voluntarios que se han desplegado en sectores de alto riesgo para auxiliar, merecen un reconocimiento de todos nosotros. De forma especial quisiera hacer mención de los que han muerto en el cumplimiento de su deber, recordar su valentía y abnegación para que nos sirva de ejemplo para las emergencias futuras que seguramente viviremos como país.
La ayuda internacional que ha llegado para colaborar a combatir los incendios es muy significativa, tanto en la cantidad de brigadistas de los más diversos países como de aviones y helicópteros. Esta solidaridad internacional muestra de una forma inequívoca la gravedad de la emergencia.
Ante la magnitud de la emergencia provocada por los incendios, se debería producir un sentimiento de unidad nacional para colaborar a superar la destrucción, pero lamentablemente no ha existido esta madurez cívica en todos los sectores políticos.
Las críticas constructivas y con un espíritu colaborativo son útiles, siempre las emergencias se pueden enfrentar de mejor manera, pero de allí a aprovecharse para desacreditar la acción del gobierno ante la emergencia, pasa a constituir una bajeza contra el país.
Se requerirá de un Estado con mayores posibilidades y capacidades para actuar, sus recursos son evidentemente limitados para hacer frente al desafío de entregar seguridad y protección a la ciudadanía ante estas emergencias. Se equivocan aquellos que creen que con un Estado reducido y minimizado podremos enfrentar estas situaciones. Justamente uno de los problemas que hay es la falta de posibilidad de regulación de lo que se hace en nuestro territorio, permitiendo que se modificara de manera drástica nuestra realidad ecológica en las últimas décadas.
Nuestra lógica de desarrollo económico ha llevado a crear un ecosistema que ha destruido nuestra naturaleza, grandes extensiones de bosques de pinos y eucaliptos han reemplazado a nuestros bosques autóctonos. La industria forestal ha propagado sin control bosques exóticos cuyo hábitat natural son lugares mucho más húmedos, los que en nuestro clima tienden a facilitar las condiciones de combustión debido a que secan el entorno. La destrucción de nuestros bosques autóctonos es una de las causas que ha propiciado esta emergencia.
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