- Analista internacional
El futuro de un estado palestino aparece más difuso aún. Durante la reciente visita a Washington de Binyamin Netanyahu, el primer ministro israelí, el presidente Donald Trump fijó, el 15 de febrero, su postura ante el conflicto palestino-israelí. Dijo Trump: “Así es que estoy considerando dos estados o un estado. A mí me gusta aquel que le gusta a ambas partes. Yo estoy muy contento con la que les gusta a las dos partes. Yo puedo vivir con cualquiera de las dos. Yo pensé por algún tiempo que la de los dos estados era la más simple. Para ser honesto, si Bibi (Netanyahu) y los palestinos, si Israel y los palestinos están satisfechos, yo estoy satisfecho con la que les guste más”.
Música para los oídos de Netanyahu. La extrema derecha israelí se ha opuesto desde siempre a la creación de un estado palestino independiente y viable.
De acuerdo a la llamada Hoja de Ruta establecida por el Cuarteto, integrado por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y Naciones Unidas, redactado en septiembre de 2002, para el año 2005 ya debía existir el estado palestino. Pero un primer ministro israelí tras otro han trabado el camino a una Palestina soberana.
Una de las formas de obstruir la creación de otro estado ha sido colonizar territorios de Cisjordania, donde se erigiría la nueva patria palestina.
Inicialmente los gobiernos israelíes exigían, con razón, el reconocimiento del estado de Israel como requisito para conversaciones de paz. La Autoridad Nacional Palestina aceptó la demanda. Entonces Israel cambió los términos y hoy les exige que reconozcan al “Estado Judío de Israel”. En rigor, Israel no puede ser un estado judío en circunstancias que allí vive alrededor de un millón de árabes, además de otras comunidades no judías.
La vida de los palestinos está gobernada, en gran medida, por los israelíes que suministran la electricidad, el agua, controlan los impuestos, establecen estrictos retenes camineros. En esas circunstancias, la propuesta de un estado significa más de la misma opresión para los palestinos.
Está, además, la variable demográfica. Israel decidió abandonar los territorios ocupados de Gaza luego de concluir que le sería imposible mantener un estado democrático con una creciente población palestina. Esto significaba que si los palestinos son asimilados como ciudadanos israelíes, en un par de décadas superarán a la población judía. Y si el país se rige por normas democráticas, los primeros tendrán la voz cantante.
La estrategia de Netanyahu, que tiene el respaldo de Trump, es subsumir a los palestinos en una negociación más amplia. Israel aspira a “abrir la cancha” y ve la coyuntura actual como propicia para lograr el reconocimiento de su país por parte de Arabia Saudita y varias monarquías árabes.
El eje de esta iniciativa no busca resolver la situación de los palestinos sino que confrontar a Irán. Algo que Trump ha colocado entre sus primeras prioridades internacionales.
Un cuadro poco alentador para el Medio Oriente y en especial para los palestinos.
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