Opinión

Educación superior y gratuidad: un enfoque integral

  1. Gerente general de Fundación Portas

Esta semana, más de 160.000 jóvenes que resultaron beneficiados con la gratuidad, becas o créditos van a estar ingresando a los Centros de Educación Superior, lo que significa que cerca de 50% de los estudiantes que pertenecen a las familias más vulnerables de Chile no pagarán la matrícula ni el arancel durante el tiempo que dure su carrera. Es un gran paso el que estamos dando como país, ya que nos acerca cada vez más a ser una nación donde todos tengamos las oportunidades de crecer, desarrollarnos y, sobre todo, de ser felices.

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Un alto porcentaje de estos miles de estudiantes beneficiados con la gratuidad son primera generación que ingresa a la Educación Superior y, por ende, tienen un grado de responsabilidad y compromiso más importante que cualquier otro estudiante, porque quieren llegar a cumplir ese sueño tan anhelado que es transformarse en el primer profesional de su familia.

Estos jóvenes talentosos quieren por sobre todo vencer el círculo de pobreza, y ven en el hecho de recibir un grado universitario o técnico la única forma de poder lograrlo.

Sin embargo, muchas veces estos sueños quedan en el camino y hechos pedazos, ya que el 83% de los estudiantes que deserta de la universidad fue justamente el primero en su familia en llegar a la educación superior. Es una cifra alarmante que demuestra que la mayoría de los centros de educación superior están enfocados en fortalecer lo académico exclusivamente, y la vida es mucho más que eso. Si el Estado de Chile quiere que ningún joven que está en situación de pobreza o vulnerabilidad y que, además, sea talentoso deje de ingresar a la educación superior, no basta solamente con beneficiar a futuros estudiantes universitarios económicamente. Hay que ofrecer herramientas académicas, pero además apoyo personal y tutoría, para que todos los jóvenes puedan lograr la meta de terminar sus carreras.

Es por eso que el enfoque debe ser integral y no solamente basado en lo monetario. Venir de un contexto vulnerable, ser el primer profesional de la familia en llegar a la educación superior y, además, contar con los talentos y capacidades para ser un buen profesional es un salto exponencial. Pero si no entregamos a los jóvenes las condiciones humanas para poder titularse, las universidades se van a ir transformando en fábricas de frustraciones.

Creo que todos los chilenos anhelamos una sola cosa: que la reforma a la educación superior pueda construir un Chile más justo y equitativo, donde todos nuestros niños y jóvenes tengan las mismas oportunidades y cada uno, independientemente de su procedencia, pueda recibir una educación de calidad.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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