- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista de Radio Zero.
Nos hemos acostumbrado al permanente desfile por la cartelera de secuelas, precuelas, remakes y reinvenciones de películas exitosas o reconocidas. Aunque por supuesto que siempre hay honrosas excepciones, quienes se quejan de la falta de originalidad del cine contemporáneo tienen bastante material para criticar. Y esta semana llegan a los cines chilenos dos nuevos ejemplos: una es la segunda parte de una cinta de culto, y la otra un nuevo acercamiento a un ícono de la historia del cine.
PUBLICIDAD
Desde que hace dos décadas «Trainspotting» se convirtió en un fenómeno internacional más allá del cine, insertándose en la cultura popular y con una banda sonora que hasta hoy se recuerda, siempre se habló de la posibilidad de una secuela. 21 años más tarde, con su director Danny Boyle ya consagrado internacionalmente -incluso ganó el Oscar por «Slumdog Millionaire»- y logrando reunir a sus cuatro protagonistas y al mismo guionista -John Hodge, otra vez adaptando textos de Irvine Welsh-, al fin llega la segunda parte, estrenada mundialmente en el Festival de Berlín y que ha tenido una recepción mixta entre los críticos.
Es entendible que más de alguien se queje de que este regreso era innecesario, que llega demasiado tarde porque los tiempos han cambiado o que una producción como ésta difícilmente podría repetir el impacto generacional de la original. Hay que reconocer que en verdad no logra estar al mismo nivel, pero también es necesario decir que Boyle y su equipo sabían el riesgo y asumieron las «reglas del juego» de toda secuela, y salen mucho más indemnes de lo que se podía esperar, no conformándose con la simple nostalgia oportunista. Si bien se vuelve algo larga y reiterativa, y el ritmo es fluctuante, consiguen mantener el tono y el ritmo de la primera «Trainspotting» y utiliza con inteligencia los guiños que reconocerán los fans, aunque es menos divertida y efectiva en su humor; pero al estar inevitablemente ligada al paso del tiempo -un tema siempre efectivo en el cine-, gana en melancolía y es muy efectiva como reflexión sobre la confrontación entre el pasado y el presente.
Otro regreso, bajo un nuevo prisma, es el del mítico King Kong, en «Kong: La isla Calavera», segundo largometraje del cineasta estadounidense Jordan Vogt-Roberts en que se reitera el clásico enfrentamiento entre el hombre y la bestia, en esta ocasión con una historia «distinta», ambientada en la época de la Guerra de Vietnam y aderezada con citas cinéfilas, en particular a la legendaria «Apocalypse Now». Esta superproducción cuenta con un elenco estelar al que saca poco provecho, derrocha impresionantes efectos especiales y tiene un ritmo que no da tregua al espectador, pero luego de un prometedor inicio que parecía anunciar una aventura clásica, poco a poco se va transformando en un convencional y ruidoso espectáculo que de seguro entusiasmará a un amplio público, pero como suele ocurrir hoy en día con este tipo de productos, se parece más a un videojuego y pensado para iniciar una nueva franquicia.
Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro