- Cocinero en trance. Twitter: @Psyfat
Enredados con la lista de útiles y lo nuevo del uniforme escolar, días de cambios en los horarios que configuran la consigna de “apareció marzo”, nos volvemos todos un poco locos, la ciudad le teme al “Súper Lunes”, en instantes de angustiosa espera.
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Para alejarse de esta vorágine, y sintiéndonos muy afortunados, nos dimos una última escapada a la costa a disfrutar del viento fresco, el aire puro, el brillo del mar y la comida rica. A quienes recién están saliendo de vacaciones, por no hacerlo en la temporada, pucha que los felicito. En esta época hay vacantes hoteleras para todos los gustos, los lugares públicos gozan de un verdadero espacio por la baja afluencia, restoranes sin colapsos y me da la sensación que hasta los precios bajan.
Bendecidos quienes disfrutan de la baja temporada, con menos fanfarria, pero con más tranquilidad.
A la hora de escoger dónde almorzar nos buscamos un lugar con vista al mar. El Hoyo ofrece un inmenso comedor al aire libre posado sobre la arena de la playa El Abanico en Maitencillo. El brillo del sol se refleja en un curioso mar azul muy revuelto, que más que nada nos mantuvo con una tremenda sed, que entre Aperol y cervezas debimos extinguir.
La especialidad de la casa son las empanadas fritas de buena masa y, sobre todo, contundentes en relleno, entre jaiba-queso y camarón-queso se jugaban las niñas, los varones de la mesa por locos-queso y, la sorpresa del almuerzo, la de mariscos, que a diferencia del clásico pino encebollado del 99% de las empanadas aquí el relleno está exclusivamente compuesto por camarón, ostión entero y grandes trozos de pulpo. Un tremendo tentempié que nos obligó a pedir una repetición para que no se nos escapara ningún detalle a ninguno.
Hay pocas cosas además de las empanadas en la carta, simples preparaciones que igualmente vale la pena mencionar: una copa de camarón nacional al natural y el ceviche para picar entre todos van muy bien. El plato caliente de la jornada eran los ostiones parmesanos, deliciosos, dos ostiones por concha con queso y un suave aliño. Menos mal que éramos una mesa grande porque a ese especial también le pedimos repetición.
El lugar es ultra familiar y tiene una pequeña bajada a la playa que te permite disfrutar del agua en la orilla mientras el almuerzo transcurre, quitasoles en cada mesa dan la sombra adecuada para capear el calor del mediodía junto a la brisa.
Si lleva la toalla y los baldes puede soltar a los niños mientras pide un pisco sour.
Vale la pena visitar El Hoyo, mientras el clima lo permita.
Coordenadas: El Hoyo, Avenida del Mar 1060, Puchuncaví. Telefono +56 32 2772355.
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