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Tras estar bastante tiempo sentado jugando el nuevo “Legend of Zelda: Breath of the Wild” para la consola Nintendo Switch, por fin he tenido una idea clara de lo que se siente y de lo que significa esta nueva entrega para la famosa saga: una aventura mucho más grande, con contenido de peso y diversión sin límites, un reboot a todo lo que conocemos y… ¡nos gusta!
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Esta entrega no es muy “Zelda”, comparándola con las primeros, pero logra no perder aquellos detalles mágicos de la saga, y ahora con un mundo abierto ilimitado por descubrir. El inicio del juego es bastante común, despertándonos tras 100 años de sueño, Link está perdido y nos tardaremos aproximadamente 2 horas en descubrir cuál es nuestra misión y mucho más que eso es una pincelada general del juego pasando por los santuarios, combates, la importancia del clima y cómo nos afecta, recetas de comida, primeros malvados… sinopsis que nos llena de emoción y de ansiedad por ver más.
Si bien no entraré en detalles sobre la historia del juego, es importante la narrativa dinámica que tiene este nuevo “Zelda”, a su vez un poco confusa, dejando que el ambiente nos deje llevar para descubrir un nuevo mundo increíble, que tras mucho paseo y exploración, se abrirá ante nosotros y la historia comenzará a desenvolverse por sí sola, además de lo que podemos y no hacer.
Como Nintendo conoce a sus seguidores, la profundidad del juego es tal que tras 20 horas de juego aún seguiremos descubriendo secretos y detalles, desde nuevas capacidades como surfear en el escudo o comidas con poderes que no nos afecten las condiciones en climas extremos.
Tras salir de la meseta comenzamos a descubrir las primeras misiones principales que nos guían a una historia bastante única, misiones que no podremos saltar y deberemos hacer sin tanta libertad, pero son las mínimas dentro del juego. Aunque no será fácil abrirse paso, Link es más humano, debiendo resistir a climas extremos, tener mayor resistencia para escalar, correr, con armaduras y armas más firmes y potentes.
Remplazando las clásicas mazmorras de los “Zelda Clásicos” nos encontramos con los santuarios , una suerte de puzzles subterráneos que van creciendo en dificultad y son más de 120 en total.
El sistema de control del juego es simple y accesible, la visión de la cámara no es para nada torpe y se posiciona donde queramos, aunque el esquema de botones no es el mejor y tardaremos un poco en acostumbrarnos, todo es bastante natural.
Por último, “Legend of Zelda: Breath of the Wild” es un juego obligatorio en este 2017 con una aventura larga, bella y sorprendente, presentándose como un juego distinto a cualquiera que hoy está en el mercado. Un título mágico que honra la espera de los seguidores de la más grande saga de Nintendo y que le da mejor comienzo a su nueva consola, Nintendo Switch.
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