- Analista internacional
La islamofobia y eurofobia crecen en varios países europeos. Por ello las elecciones holandesas eran seguidas con un interés inusual. El temor a una victoria de Geert Wilders, que prometía prohibir el Corán y cerrar mezquitas, abría un panorama de confrontación en un país de 17millones en el cual vive un millón de musulmanes (6%).
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Además, su partido prometía llamar a un referéndum para seguir el camino de los británicos y abandonar la Unión Europea (UE). Holanda es la séptima economía de Europa y una pieza clave para su comercio. Rotterdam es el mayor puerto del viejo continente. La salida de los holandeses de la UE habría asestado un golpe al sueño de una Europa unificada.
Además, muchos vieron en estos comicios un anticipo de lo que ocurrirá en Francia en la elección presidencial que tendrá lugar el mes entrante. En el caso francés, la probabilidad de que el facistoide Frente Nacional de Marine Le Pen logre la presidencia es más que remota. Es posible que logre vencer en la primera vuelta, pero en la segunda se unirá el conjunto del espectro político en su contra.
En Holanda el resultado de las urnas fue claro y Mark Rutte, el actual primer ministro de centro derecha, formará una coalición con otros partidos, pero excluirán al Partido para la Libertad de Wilders.
De todas formas, la posibilidad que Wilders pudiese encabezar un gobierno era casi nula. Se requería un terremoto político.
Pero los nervios de la comunidad internacional están tensos. Nadie creyó que el Brexit tendría lugar ni tampoco se consideró seriamente la victoria de Donald Trump.
El cuadro en Holanda es diferente a los países anglosajones que son gobernados por sistemas bipartidistas. En estas elecciones holandesas participaron 28 partidos. La primera mayoría la obtuvo Rutte con 21,%, le siguió Wilders con 13,%. El gran derrotado de los comicios es la social democracia representada por los laboristas, que cayeron de 38 diputados a nueve, perdiendo su condición de segundo partido del país. La revelación fueron los verdes-izquierda, que pasaron de cuatro diputados a 16.
Wilders queda con una sensación de derrota porque no logró cumplir su ambición de convertir a su partido en la mayor fuerza política del país. Pero con todo, aumentó su representación parlamentaria. Más importante aún, al igual que el Frente Nacional francés, ha logrado colocar el tema de la inmigración en el centro del debate nacional. Ha incentivado y capitalizado los crecientes sentimientos xenófobos. Incluso los partidos de centro derecha como la Democracia Cristiana han asumido posturas más duras frente a los inmigrantes.
En Holanda vive casi medio millón de ciudadanos turcos. El presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan ha llamado a un referendo para ampliar sus poderes presidenciales. En un esfuerzo por conseguir el voto de sus compatriotas europeos, muchos de doble nacionalidad, despachó a varios ministros para que asistiesen a manifestaciones que tendrían lugar en Europa. Holanda, Alemania y Austria no autorizaron los encuentros invocando razones de seguridad. El gobierno holandés fue más lejos: reprimió con dureza los encuentros y deportó a los ministros visitantes. Las encuestas muestran que la mano dura contra Erdogan rindió dividendos electorales. Ahora las miradas se vuelven a Francia.
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