- Capellán UC. Twitter: @hugotagle
Circula por las redes sociales una sabia reflexión del papa Francisco sobre cómo construir «la mejor empresa del mundo». Quise compartirla con ustedes. Sobreabundan las malas noticias por lo que, de vez en cuando, es bueno poner el acento en lo positivo, sin perder por ello la mirada en la realidad. Es más. Justamente alimentar el alma con buenos sentimientos nos permitirá abordar mejor las injusticias y tristezas de la vida diaria.
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La mejor empresa del mundo, dice el Papa, es nuestra propia vida. «Puedes tener defectos, estar ansioso y vivir irritado algunas veces, pero no te olvides que tu vida es la mayor empresa del mundo», nos recuerda. «Sólo tú puedes evitar que ella vaya en decadencia. Hay muchos que te aprecian, admiran y te quieren». Recuérdelo siempre. Me gustaría -nos dice el papa Francisco- que recordaras que ser feliz, no es tener un cielo sin tempestades, camino sin accidentes, trabajos sin cansancio, relaciones sin decepciones. «Ser feliz es encontrar fuerza en el perdón, esperanza en las batallas, seguridad en el palco del miedo, amor en los desencuentros». Y subraya: «Ser feliz no es sólo valorizar la sonrisa, sino también reflexionar sobre la tristeza». No es sólo conmemorar el éxito, sino aprender de los fracasos. En efecto, no es sólo experimentar alegría con los aplausos, sino tenerla en el anonimato, cuando nadie valora nuestros logros.
Olvidamos cómo es esto de ser feliz. «Ser feliz es reconocer que vale la pena vivir la vida, a pesar de todos los desafíos, incomprensiones y períodos de crisis».
Porque la vida no es una fatalidad del destino, sino una conquista para quien sabe viajar hacia su interior. Muchas veces será atravesar un desierto, sí, pero más será ser capaz de encontrar un oasis en lo recóndito del alma.
Pero todo esto, tan humano, sólo encuentra su verdadero sentido en saber «agradecer a Dios cada mañana por el milagro de la vida». Recordarlo constantemente. Ser feliz es no temer a los propios sentimientos. Es saber hablar de sí mismo. Es tener coraje para oír un «no». Es tener seguridad para recibir una crítica, aunque sea injusta. Es besar a los hijos, mimar a los padres, cultivar buenas amistades, aunque ellas nos hieran. Ser feliz es tener madurez para decir “me equivoqué”; la osadía para decir “perdóname”; la sensibilidad para expresar “te necesito”. Es tener capacidad de decir “te amo”. El Papa invita a hacer de la vida, buen lector, un jardín de oportunidades y, desde allí, hacer felices a los demás. Porque no hay mayor felicidad que ver felices a quienes nos rodean.
Aprendamos que ser feliz no es tener una vida perfecta, sino usar las pérdidas para refinar la paciencia, las fallas para esculpir la serenidad, el dolor para templar el alma y crecer en empatía. Usemos los obstáculos para aguzar los sentidos e inteligencia. La felicidad pasa, por último, por ser generosos, solidarios; «dar hasta que duela», como dice el padre Hurtado. Ésa será la mejor de las empresas y el mejor de los propósitos para este inicio de año.
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