Opinión

El camino

  1. Capellán UC. Twitter: @hugotagle

Este domingo celebramos el Domingo de Ramos, fiesta muy querida por la inmensa mayoría de los chilenos en que, con palmas, los cristianos rememoran la llegada de Jesús a Jerusalén. «Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes. Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!», leemos en el Evangelio. La alegría es el signo distintivo de este día. Una invitación a parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey…”. Es un día en el que le podemos decir a Jesús que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Jesús quiere ser nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida y nos tiende la mano para que lo aceptemos.

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Lo paradojal de esta fiesta es que da inicio a la Semana Santa, el camino a la pasión y muerte del Señor.

Pero la historia no termina el Viernes Santo, sino el domingo, la Pascua de la Resurrección de Cristo. Lo triste, sí, es que la misma gente que lo alaba el Domingo de Ramos luego le dará la espalda, lo entregará y lo crucificará. Quizá nosotros mismos en más de una ocasión lo hemos traicionado o traicionado a otros. Quizá hemos sido traicionados sufriendo la decepción de confiar en alguien que después nos da la espalda. Así nos acercamos en algo a lo que Jesús vivió.

Semana Santa es una oportunidad para volver los sentidos, el corazón, a Dios. Hacer un alto en el ajetreo diario y dedicarle algunos momentos al Dios de la vida, que caminó y camina entre nosotros, cargando su cruz e invitándonos a cargar la propia. Un camino de purificación, de conversión, para revisar el alma, renovar lo bueno y dejar de lado lo malo.

Dice el papa Francisco: «Nos puede parecer lejano el modo de actuar de Dios, que se ha humillado por nosotros, mientras a nosotros nos parece difícil olvidarnos un poco de nosotros mismos. Él renunció a sí mismo por nosotros; ¡Cuánto nos cuesta a nosotros renunciar a alguna cosa por Él y por los otros!».

La fe vivida y consecuente es camino de servicio, de donación, de olvido de uno mismo. Sólo así somos más felices. «Podemos aprender este camino deteniéndonos en estos días a mirar el Crucifijo, la ‘cátedra de Dios’, para aprender el amor humilde, que salva y da la vida, para renunciar al egoísmo, a la búsqueda del poder y de la fama. Estamos atraídos por las miles vanas ilusiones del aparentar, olvidándonos de que el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene», dice el papa Francisco.

En esta semana, volvamos nuestra mirada a Él, hagamos su camino de conversión, paz, alegría y amor, reconozcámoslo Señor de nuestra vida y respondamos a su amor infinito con un amor concreto a los demás ¡Feliz Domingo de Ramos y santa Semana Santa!

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