- Analista internacional
Es un ritual bien establecido que Estados Unidos y Corea del Sur realicen grandes ejercicios militares entre marzo y abril. También es una costumbre que Corea del Norte señale su malestar con masivos desfiles y despliegues bélicos. Año tras año, en la primavera boreal, las partes cruzan amenazas y se acusan de graves provocaciones.
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Cuál es el nivel de tensión en la Península de Corea suele ser un misterio. Mientras la retórica de las partes sube, nada cambia en la vida cotidiana de Seúl o Pyongyang.
Un buen indicador de la seriedad de una crisis suele ser la reacción de las bolsas de valores. Mientras el régimen norcoreano advierte que destruirá a sus vecinos meridionales, las acciones de las empresas surcoreanas permanecen inmutables.
Un ejemplo más reciente de la dificultad para saber lo que realmente ocurre es el presunto ensayo nuclear que Pyongyang tenía previsto para el fin de semana pasado. Ante la presunta inminencia del hecho, el presidente Donald Trump despachó al portaviones Carl Vinson junto a otras unidades. Más tarde se supo que la partida navegaba en la dirección contraria. El anunciado ensayo atómico pudo ser una mera especulación y el mentado despacho de los buques sólo un amago. Es claro que la armada estadounidense no tenía apuro en llegar a las costas de la Península. Ello no impidió que en Washington algunos clamaran victoria puesto que no hubo detonación alguna. Además se congratulaban del fallo del lanzamiento de un cohete, si es que hubo tal cohete.
Como ocurre con muchas fricciones internacionales, abundan las especulaciones sobre quién obtiene mayores beneficios con la tensión.
El desarrollo político de Corea del Norte es, ni más ni menos, una caja negra. En el sur tendrán elecciones presidenciales luego de la remoción de la presidenta Park Guen-hye. Las encuestas señalan que la presidencia irá a manos, luego de las elecciones del 9 de mayo, de una coalición de centro izquierda que favorece mejores relaciones con el norte y mayor autonomía frente a Estados Unidos.
Para Trump, a su vez, mostrarse fuerte ante el dictador Kim Jong-un es un ejercicio de bajo riesgo. Las amenazas norcoreanas de lanzar un ataque termonuclear son directamente proporcionales a su debilidad. Es dudoso que disponga de una bomba operativa y de un cohete capaz de colocarla en un lugar determinado.
Un punto sobre el que todos coinciden, es que China tiene la llave del cambio de posturas en Pyongyang. Beijing viene de suspenderle las compras de carbón. El 90 por ciento de las exportaciones norcoreanas están destinadas a China y el carbón representa un 40 por ciento de dichas ventas. Beijing adopta una postura salomónica: insta a Estados Unidos y Corea del Sur a suspender los ejercicios militares. A Corea del Norte, en tanto, le pide que no haga más ensayos nucleares ni dispare más cohetes. La propuesta China es lógica pero el dilema reside en la falta de confianza entre los protagonistas.
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