- Analista internacional
El despido de James Comey, el director del FBI, levanta serias dudas sobre el proceder del presidente Donald Trump. Es comprensible, sin embargo, que el mandatario estadounidense se sienta incómodo con las indagaciones sobre sus relaciones con Rusia.
PUBLICIDAD
El hombre que llegó a la Casa Blanca con el eslogan “América Primero”, que proclama que cerrará las fronteras para impedir la llegada de inmigrantes, que se proyecta como un líder patriótico, un nativista, no puede tolerar que le imputen haber ganado la presidencia ayudado por operaciones manipuladas desde Moscú.
El escándalo comenzó hace un año cuando se filtraron correos electrónicos de la campaña de Hillary Clinton.
El mayor daño lo hizo una serie de mails difundidos por WikiLeaks en los que ella aparecía defendiendo intereses de la gran banca, Wall Street como la llaman los estadounidenses. Según los partidarios de Clinton agentes rusos entregaron el material a WikiLeaks. Incluso la candidata Clinton llegó a acusar a Trump de ser “una marioneta de Rusia”.
Las cosas empeoraron para Clinton cuando Comey, a once días de la elección, dijo que reabriría la investigación sobre el peligro que podían representar los correos filtrados. El FBI no sólo está a cargo de investigar los crímenes cometidos a nivel nacional, federal, sino que también es responsable de la contrainteligencia, es decir de la detección de espías y colaboradores con potencias hostiles. En su momento, Trump aplaudió a Comey por su coraje. Recién hace algunos días Clinton señaló a Comey como un factor clave en su derrota.
Comey, a su vez, ordenó una investigación sobre los lazos de Trump y varios de sus más cercanos colaboradores con operativos rusos. Uno de los indagados es el teniente general ( r) Michael Flynn, quien tuvo que renunciar a su cargo de consejero de seguridad nacional, luego que se estableció que recibió dineros rusos y faltó a la verdad cuando fue interrogado sobre ello.
Tanto Trump como Moscú señalan que las sospechas carecen de todo fundamento. Pero el inesperado despido de Comey, que se enteró de su abrupta cesación del cargo cuando se dirigía a miembros del FBI en Los Angeles, ha azuzado las sospechas sobre el rol de Trump en las manipulaciones informativas. Ha trascendido que Comey venía de solicitar un notable incremento de personal y recursos para ampliar la indagatoria.
La oposición exige ahora el nombramiento de un fiscal independiente para que continúe la investigación truncada con la salida de Comey, que se había convertido en un personaje impopular. Su desempeño era cuestionado por los demócratas encabezados por Clinton y recientemente por los republicanos. En otras palabras tenía pocos amigos políticos en Washington. En todo caso, es improbable que Trump y los republicanos, que controlan ambas cámaras del parlamento, acojan la demanda del partido demócrata.
La relación de Trump con el inmenso y poderoso mundo de los servicios de inteligencia estadounidenses está severamente dañada. A no dudarlo vendrán nuevos enfrentamientos en el esfuerzo por aclarar los alcances de la “conexión rusa”. Un tema que está en el centro de la lucha de poder en Washington.
Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro