- Capellán UC. Twitter: @hugotagle
Todos queremos un Chile más justo, fraterno y en paz. El desafío es aún enorme. Falta paz, falta mayor justicia, falta mayor solidaridad. Así y todo, vivimos un tiempo de oro. Lo he escrito en columnas anteriores: hoy, los delitos se castigan, a los deshonestos se los desenmascara y los abusos se denuncian. Antes, la gente no era mejor. Pasaban inadvertidos, los medios no tenían el poder que tienen ahora, la opinión pública sabía menos y disponía de menos recursos y posibilidades para validar sus derechos. Duelen, indignan y decepcionan las faltas de honradez y probidad. Pero se pueden desenmascarar, denunciar y castigar. Debería ser más peligroso «portarse mal». La ley se debe aplicar tanto con imparcialidad como con rigor.
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Son muchos los desafíos como país. Escribo estas líneas antes de la cuenta pública de la Presidenta Bachelet. Sin pronunciarme sobre ello, sí comparto un punto en que todos estaremos de acuerdo: aún hay mucho por avanzar y crecer. En Chile, no sobra nadie. Todos podemos y debemos aportar lo mejor de cada uno para hacer de esta «copia feliz del Edén» efectivamente eso: una tierra donde haya pan, trabajo y libertad. La Iglesia acuñó hace años una feliz expresión: «Chile, una mesa para todos». En efecto, la idea de que somos familia, de que compartimos una patria, tradición, lenguaje, una religión cristiana mayoritaria, nos debe llevar a tratarnos mejor, a considerar al otro como un hermano y no como un extraño o enemigo.
La situación de la Araucanía no da para más. Comparto la idea que la inmensa mayoría del pueblo mapuche es pacífico. Son unos pocos que tienen amedrentada a la mayoría con el discurso de que se «deben jugar por la causa», seguramente con amenazas de silencio y coacciones. La mayoría del pueblo mapuche es cristiano, por lo que tanto más llama la atención que hayan quemado templos. No se condice con lo que son y quieren. Sí debemos dar una solución pronta, efectiva y sensata de integración real, aportes para su progreso, educación y desarrollo.
El 4 de junio se conmemora el día internacional del niño víctima de violencia. La infancia en Chile aún no es esa etapa tan feliz como debería ser. 80 mil niños están fuera del sistema escolar o lo han debido dejar para trabajar para sus familias. El sistema no los reintegra. Pareciera no importar. Una vergüenza. Una buena oportunidad para renovar el compromiso por una niñez feliz, sana, segura, donde sus derechos se protejan y los abusos se castiguen.
Los cristianos celebramos el próximo domingo la fiesta de Pentecostés. Ella marca el término del tiempo pascual, los 50 días después de la Resurrección del Señor. Que sople el Espíritu Santo sobre todos para regalarnos con sus dones de paz, sabiduría, tolerancia y bondad. Que la Virgen del Carmen, quien imploró el Espíritu junto a los apóstoles en el Cenáculo, nos regale su paz y nos proteja.
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