Opinión

Todos contra el guardia

  1. Capellán UC. Twitter: @hugotagle

«Estrés colectivo» lo llamó el mismo guardia agredido, luego de su consternación por ser golpeado por una turba descontrolada en la estación Tobalaba del Metro hace unos días. Los usuarios exaltados creyeron que un estudiante había sido golpeado. Éste habría sido sorprendido por el guardia queriendo «colarse» al tren. Dicen que lo golpeó. El guardia alega que él fue el agredido. Hay videos que le dan la razón al guardia.

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En fin, será cosa de tribunales esclarecer los hechos. El punto sorprendente es esa explosión de histeria colectiva; ese descargo de rabias contra el guardia que cumplía su deber como mejor pudo. No es fácil ser guardia del Metro, se lo digo. Y menos debe serlo en la estación Tobalaba, que es un muy buen ejemplo de cómo no hay que diseñar una estación de Metro. Estrecha, de pasillos angostos, con baja frecuencia de carros, lo que provoca congestión a toda hora del día. Sume a esto gente cansada, seguro con hambre y sueño. Un polvorín para dar rienda suelta a las rabias acumuladas durante el día o semana.

Pero no es el camino. No hay justificación. Sabemos que se ha deteriorado la convivencia ciudadana. Incidentes como estos no son casos aislados. La prensa nos golpea con arrebatos de automovilistas que hacen justicia por su propia mano, que garabatean ante la menor provocación. Choferes del Transantiago estresados, insultados regularmente y que no aguantan más las faltas de respeto. Debemos tratarnos mejor, crecer en tolerancia y consideración hacia el otro.

Buena parte del bienestar que ofrece una ciudad tiene que ver con su gente; la manera en que abordamos las dificultades de la vida. Es en la adversidad, en esas congestiones y tacos, donde debe aflorar lo más noble de cada uno. No nos dejemos vencer por el cansancio, el malhumor o las rabias. No las descarguemos contra los más débiles o quienes cumplen su tarea como los guardias o carabineros. Pongámonos en su lugar. Es de cobardes aprovechar el anonimato de la turba para agredir a otros.

En otro orden de cosas, quiero felicitar a los médicos, enfermeras y funcionarios del hospital de Talca que se preocuparon de cuidar a Rodrigo Sepúlveda, niño que fue abandonado hace 16 años por su familia allí. Rodrigo padecía una extraña enfermedad degenerativa que llevó a su familia natural a dejarlo en el recinto. El martes pasado fue su funeral con una misa. Tras ser abandonado, quedó al cuidado de médicos, enfermeras y otros funcionarios hasta el año 2010. Fue en esa oportunidad, cuando una de las enfermeras lo acogió en su casa y lo hizo uno más de su familia hasta el pasado domingo cuando falleció. ¡Gracias a la familia de esa enfermera generosa que lo acogió y le regaló cariño! ¡Dios sabrá recompensar tanta generosidad! Un elogio a la vida y un ejemplo de su defensa y cuidado. ¡Gracias!

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