- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista de Radio Zero.
El proyecto cultural que hoy se inicia a través de la nueva Red de Salas de Cine de Chile, que agrupa 10 espacios independientes para exhibición de siete regiones a lo largo del país, es una buena noticia por partida doble: no sólo es una valiosa iniciativa que permitirá la llegada de producciones audiovisuales que rara vez aterrizan en las multisalas, sino además trae de regreso a la cartelera local a uno de los realizadores más emblemáticos del cine independiente internacional.
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Aunque parezca increíble, hace más de una década, desde «Flores rotas», que no se exhibía comercialmente entre nosotros una película del estadounidense Jim Jarmusch, de quien ahora llega «Paterson», que desde su estreno mundial el año pasado en la competencia oficial del Festival de Cannes se ha convertido en uno de los títulos más elogiados de su carrera.
Recordado en el circuito de «cine arte» de nuestro país por trabajos como «Una noche en la tierra», «Dead Man» y «Ghost Dog: El camino del samurai» que marcaron a toda una generación, no deja de ser sintomático que sea con Jarmusch con quien se da inicio a esta Red de Salas. En una trayectoria que ya abarca más de tres décadas, su cine cuenta con muchos admiradores a lo largo del mundo, pero siempre ha transcurrido un poco al margen, a contracorriente de modas y tendencias, siguiendo sus propias reglas y configurando un estilo o sello propio y reconocible.
«Paterson» no es la excepción: su argumento, que puede resumirse como el seguimiento diario a lo largo de una semana de un joven conductor de transporte público en la ciudad homónima de Nueva Jersey, quien expresa ideas y sentimientos a través de la escritura de poesía, no es precisamente una historia que podría convocar en masa al público. Y sin embargo, se trata de uno de los largometrajes más inspirados y personales de la temporada.
Por su capacidad de observación y atención a los detalles, como retrato humano que captura la belleza cotidiana de las cosas simples, y como sensible mirada al proceso de la escritura poética, el filme es admirable y sugestivo, en especial por su ritmo tan especial y la cadencia con que maneja el tiempo cinematográfico, y la sutileza con la que se desarrollan los matices de humor -desde las coincidencias de nombres hasta guiños cinéfilos como la presencia de los jóvenes protagonistas de «Moonrise Kingdom»- e incluso la emoción y el lirismo que puede esconder hasta lo más rutinario. Y como es costumbre en su filmografía, Jarmusch logra sacar muy buen partido a su reparto, encabezado en esta oportunidad por un calmado y empático Adam Driver, quien sigue sorprendiendo por su capacidad de atraer a los directores más cotizados: desde clásicos como Eastwood, Spielberg, los hermanos Coen y Scorsese, hasta los de las generaciones recientes, como Noah Baumbach y Jeff Nichols.
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