- Comunicador multifacético, experto en marketing y redes sociales y emprendedor por naturaleza.
No está de moda “pensar incorrecto”. Todo lo que puede herir las susceptibilidades de un grupo considerable de personas que se definen de una manera (por opinión, etnia o cualquier característica) puede poner directamente en peligro, físico o sicológico, a quien plantea esa idea.
PUBLICIDAD
Por un lado, es bastante comprensible: toda la vida los grupos minoritarios fueron expuestos a la sorna de las mayorías. Pero a veces se corre el peligro de dejar las preguntas por miedo.
Voy a plantear una idea incorrecta en torno a las jubilaciones de los militares violadores de derechos humanos. Es incorrecta, porque gran parte de los chilenos (entre los que me incluyo) somos demócratas.
Pero hay un valor en discrepar. En entender que las ideas se discuten y las personas se respetan. En hablar como adultos y dejar de buscar las faldas de nuestros padres. En empezar a pensar el país en serio y no como un kínder. Dejo esto:
¿No será que en un país donde jamás se efectuó un acto de “nunca mas” la corrupción, el desvío de dineros fue una forma civil de comprar la protección ciudadana frente a un alzamiento?
Sé que plantear esto es un fracaso de la democracia, pero a propósito del debate del aborto, paralelo a esta situación, parece ser que hay un grupo político que no ha cambiado. Que no ha visto a la sociedad. Un bando que no cree en la mayoría y que puede sin duda invertir (porque ha generado estructuras de financiamiento involuntario socialmente) en defender sus intereses.
El ir al Tribunal Constitucional como una defensa de lo establecido es prueba de ello: no quieren modificar lo que hay, no creen en la libertad (nadie les pide que hagan lo que no creen) y peor aún: sus preceptos vienen normados por ejemplos externos, como el Estado vaticano. Cuando Sebastian Piñera dice “las mayorías no pueden hacer cualquier cosa” le quita un valor a la democracia. Y valida el grotesco de “no estar ni ahí, no votar” que hoy nos tiene mirando a los representantes que tenemos con una vergüenza insoportable.
De alguna forma la democracia parece ser que “compró” a los militares para que se civilicen. En vez de convencerlos, prefirió mil veces hacer “el chorreo” en su dirección. Capredena es un ejemplo de esto.
El país es demasiado desigual para enfrentar otra decepción de este tipo. Pero enfrentar el horror es crecer.
Siempre pueden volver. Y ese es el problema. El problema real es que no saben hacer economía, al parecer, de otro modo que no es obligando. No quieren hacer educación, si no es a través de los preceptos del silencio. Y peor aún: no buscan mejorar a las personas. Hay un temor horrible a las ideas, a la conversación en serio y a que la gente llegue a pedir respuestas.
Todos los días los pensadores que vienen desde ahí te amenazan, inventan enemigos y cruzadas. Desvalorizan incluso lo que creen. Si creyeran realmente en sus ideas, serían persuasivos. Pero durante las últimas semanas, los reyes están desnudos. Y es dudoso tanto privilegio. No encaja.
Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro