- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista de Radio Zero.
Luego de que su elogiado filme anterior, «The Immigrant» (2013), nunca se estrenara comercialmente en nuestro país, con «Z: La ciudad perdida» regresa a la cartelera local el cine de uno de los realizadores más interesantes y talentosos -aunque de cierta manera también más subvalorados, comparado con otros colegas- del Hollywood actual: James Gray. Con apenas un puñado de cintas a lo largo de más de dos décadas, que también incluye trabajos como «La traición», «Los dueños de la noche» y muy especialmente la hermosa y sensible «Los amantes», Gray ha demostrado ser un gran heredero del cine estadounidense clásico, pero no se queda en los guiños y homenajes y desarrolla un sello propio.
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Y vuelve a confirmarlo aquí, en el que sin duda es el mayor desafío de su breve pero contundente carrera, al abordar una historia basada en hechos reales ocurridos a lo largo de dos décadas a inicios del siglo XX, que a primera vista podría ser sólo un tradicional relato de aventuras centrado en exploradores europeos en tierras americanas, pero es mucho más que eso: también despliega una mirada humanista, poética e incluso metafísica al encuentro de culturas, el viaje como travesía tanto externa como interna, la arcana fascinación con lo desconocido y también un retrato íntimo de una familia sujeta a situaciones poco convencionales.
Un excelente elenco, una espléndida ambientación de época y el apoyo de una sugestiva banda sonora de Christopher Spelman -que incluye un acertado desfile de partituras clásicas, como el maravilloso uso de un fragmento de «Daphnis y Chloé», de Ravel-, además de otro notable trabajo del gran director de fotografía Darius Khondji, conforman un largometraje atípico en estos tiempos; absorbente y por momentos hipnótico, con arranques de lirismo y un ritmo muy particular, en él Gray corre evidentes riesgos y aunque es probable que no cautive a todos por igual, se trata de uno de los estrenos más valiosos y fascinantes del año.
«Guerrero»
Once años después de estrenar uno de los mejores documentales chilenos, «La ciudad de los fotógrafos», y tras «Habeas Corpus» (2015), en este nuevo trabajo, distribuido a través de Miradoc, el realizador Sebastián Moreno vuelve a abordar los ecos y cicatrices que dejó la dictadura de Pinochet, en este caso centrándose en Manuel Guerrero, hijo de uno de los profesionales degollados en 1985, en uno de los hechos más impactantes y dolorosos de esos oscuros años. Con buen uso de imágenes de archivo, gatilla emociones a través del montaje y la música, y aunque deja con la sensación de que podría haber durado más y nos quedamos con las ganas de conocer y profundizar aún más sobre el Manuel del presente, de todos modos su brevedad -dura poco más de una hora- no es obstáculo para que logre conmover y remecer al espectador, en un nuevo acercamiento al terror de una época, y a cómo el tiempo dejó huella en quienes la vivieron.
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