- Capellán UC. Twitter: @hugotagle
Cada año pareciera crecer la importancia del Día del niño, que celebramos este 6 de agosto. El comprensible entusiasmo del comercio tiene mucho que ver con ese creciente interés que, como en otras fechas, puede ser fuente de aumento de sus ventas. Y no está mal. La verdad, nos regalamos poco unos a otros. Por lo que aquí el regalo y la fecha son una buena excusa para celebrar. Más aún si se trata de los niños, los más indefensos, los más necesitados de cariño y atención. Una infancia feliz, es seguro de una adultez fuerte, segura y madura.
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¡Cuantos problemas de adulto nos ahorraríamos si nuestros niños crecieran fuertes y sanos, bien acompañados y con buenos referentes! La pena, es que no siempre es así. Sobre un tercio de los niños chilenos han sido víctima de algún abuso. Casi la mitad de algún tipo de maltrato.
Los niños en Chile han estado en el centro de la atención noticiosa, lamentablemente. Por una parte, por los escándalos y tragedias vergonzosas de hogares del Sename. Ya se ha dicho y escrito bastante sobre el tema. Es hora de actuar y hacer las correcciones necesarias para que los hogares de menores ofrezcan las mejores garantías de un buen cuidado, atención y acompañamiento a niños cuyo único delito fue haber crecido en un entorno familiar riesgoso o haber sido simplemente abandonados. Merecen toda nuestra atención y un trato preferencial.
Si hay un ítem en el que debemos redoblar esfuerzos, dedicar más recursos y tiempo, es a la infancia en Chile. Ellos no marchan, no se toman los colegios ni hacen huelgas. Y por eso los tenemos postergados. Fue necesario que nos estallaran en la cara los escándalos de algunos hogares y los abusos cometidos en ellos, para que tomáramos conciencia de que debemos enmendar el rumbo.
«Cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será juzgado demasiado costoso o demasiado grande», dice el Papa Francisco. En efecto, toda inversión en ellos es casi siempre una buena inversión. Y reitera el Papa: «Una sociedad que abandona a los niños y que margina a los ancianos corta sus raíces y oscurece su futuro. Cada vez que un niño es abandonado y un anciano marginado, se realiza no sólo un acto de injusticia, sino que se ratifica también el fracaso de esa sociedad». La calidad de vida de una sociedad se mide por el trato a los niños y ancianos. Y en los dos segmentos estamos en deuda.
Los niños nos recuerdan nuestra dependencia y origen común, hijos de un mismo padre, el padre Dios. «Incluso si uno se convierte en adulto o anciano, aún si se convierte en padre, si se ocupa un lugar de responsabilidad, por debajo de todo esto permanece la identidad de hijo. Todos somos hijos», señala el Papa Francisco. Y nos recuerda que la vida no nos la hemos dado nosotros, sino que la hemos recibido, es un regalo inmerecido que debemos cuidar y valorar.
¡Feliz Día del Niño!
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