- Capellán UC. Twitter: @hugotagle
Es una de las frases características del padre Hurtado. Siempre alegre y esperanzador. Hoy 18 de agosto, se cumple un aniversario más de la muerte del padre Alberto Hurtado. Su ejemplo y obra son un desafío para todos los chilenos. Sacerdote ejemplar, de una corta pero intensa vida, tuvo una sola meta: servir a Dios a través de los hombres.
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Veía a Cristo en los hermanos, sobre todo los más pobres, los niños y ancianos. Llamaba a quienes servía «jefecitos», recordándonos que quien sirve está a disposición de los demás; que quien sufre merece toda nuestra atención. «No seríamos cristianos auténticos, si contentándonos con un orden puramente interior nos desinteresáramos de nuestros hermanos, de sus dolores, de sus justas aspiraciones, de trabajar por establecer en el mundo un nuevo orden social», dice en uno de sus escritos.
La vida de fe para un cristiano no es pura piedad o sólo cultivo de una paz interior, que finalmente puede transformarse en un placebo y evadirnos de la realidad. No. La fe auténtica, lleva al encuentro con el otro, a atender a quien sufre, a soñar con un mundo más justo y fraterno. La fe nos interpela, cuestiona, incomoda, lleva a un cambio de vida positivo, a dejar lo malo para crecer en la virtud y el bien.
«El cristianismo o es una vida entera de donación o es una ridícula parodia que mueve a risa y a desprecio». No se puede vivir la fe a medias. «En realidad los dos mandamientos, amor a Dios y al prójimo, no son dos, sino uno: amar a Dios en el prójimo». Si, amar a los demás, sobre todo a quienes sufren, quienes se han marginado por debilidad, miseria, soledad o frialdad, debe ser prioritario en nuestra vida. Y en esto, todos somos ricos, todos podemos tender una mano.
Y no desanimarse en esto de ser solidarios. Dice el padre Hurtado: «A veces nos parece que perdemos el tiempo cuando atendemos a un pobre… Nos parece que sus problemas no valen nuestro tiempo. ¿Tiempo perdido?¡ Cristo por uno de ellos bajó del cielo y ¡murió por el más infeliz!». Quien tiende una mano a otro, nunca se equivoca, siempre hace el bien. Por lo tanto, no ser mezquinos al momento de ser solidarios. Dios mira los corazones. No hay bien que caiga en el vacío.
En estos días se decide la despenalización del aborto en tres causales. Es de esperar que nos decidamos por defender la vida siempre, en toda circunstancia. No hay razón para acabar con una vida y menos en gestación. La medicina ha hecho adelantos notables que la eventualidad de acabar con ella resulta completamente injustificable. Lo bueno de esta discusión es que nos debería llevar como sociedad a repensar nuestra relación con los más débiles, el no nacido, los niños. Renovemos nuestro amor a la vida y redoblemos los esfuerzos que hacemos por defenderla y cuidarla. Así, seremos un mejor país.
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