- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Tele 13 Radio.
Con su primer largometraje, «Joven y alocada», en 2012, la realizadora Marialy Rivas aportó uno de los debuts más refrescantes y atractivos del cine chileno de esta década, que también tuvo un valioso y premiado paso por festivales, incluyendo su estreno mundial en competencia en Sundance. Provocador, desinhibido y vivaz, el filme reflejaba muy bien inquietudes, hipocresías y contradicciones de la sociedad chilena y, de paso, era un acertado retrato de la juventud actual de nuestro país.
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Cinco años después, su nueva película, «Princesita», también tuvo su premiere mundial en un reconocido certamen internacional, en este caso hace un mes en el Festival de Toronto, y nuevamente abordando una temática con potenciales polémicos, protagonizada por una joven que explora su sexualidad, ahora en el marco de una suerte de secta mística. Eso sí, los resultados no están en la misma liga, aunque no carece de aciertos, partiendo por lo sensorial de su propuesta, en la que la fotografía, el sonido y la banda sonora son muy sugerentes y atmosféricas, hasta en detalles como el diseño visual de los créditos.
Por mucho que el tema es interesante e, incluso, necesario, es justamente en una de las fortalezas de su ópera prima, el guión, donde este nuevo trabajo de Rivas no termina de convencer, incluso aunque de nuevo lo co-escribe junto a la talentosa Camila Gutiérrez. De partida, está bien que todo se desenvuelva en un ambiente que tiene mucho de misterioso, incluso hipnótico y onírico, pero de todos modos la trama es confusa a partir de la estructura del relato, hay varios elementos que no calzan, el ritmo es irregular y el desarrollo de personajes y situaciones no se siente muy sutil, pese a que los actores tratan de hacer lo mejor posible, destacando particularmente la presencia en pantalla de la protagonista, Sara Caballero. Si hasta la voz en off, que tan acertadamente fue utilizada en «Joven y alocada», acá incluso llega a ser fastidiosa. Por supuesto que cada película merece ser juzgada en sí misma y puede no ser bueno establecer comparaciones, pero en este caso es casi inevitable…
David Lynch: The Art Life
Precisamente en el año en que se cumplen cuatro décadas de su debut en el largometraje con la notable «Eraserhead» y cuando volvió a fascinar a quienes lo admiramos con su inclasificable y sorprendente regreso al universo «Twin Peaks», se estrena comercialmente -a través de la Red de Salas de Cine de Chile- este documental en torno a uno de los autores de referencia en el cine contemporáneo, David Lynch. Coproducción entre Estados Unidos y Dinamarca dirigida por Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaard-Holm, a lo largo de una hora y media nos acerca al tan particular universo lynchiano. Pero en vez de abordarlo a partir de su filmografía, tiene la particularidad de centrarse en otra de sus facetas: su formación como artista plástico, que justamente comenzó a desarrollar previamente al cine. Absolutamente recomendado para fanáticos de Lynch, para conocer los procesos creativos y las motivaciones personales de este inclasificable artista.
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