- Capellán UC. Twitter: @hugotagle
¡Qué gran cosa es la democracia! No faltan los críticos que acentúan sus “falencias”. Paradojalmente, la democracia es tan buen sistema de gobierno, que tolera la crítica e incluso la alienta. Son los riesgos propios de la libertad. Y debemos alegrarnos de vivirlos. La democracia es lo propio humano. Es el sistema en el que el hombre puede desarrollarse en su plenitud, entenderse dentro de una sociedad de iguales, donde cada uno tiene y debe tener los mismos derechos y cumplir los mismos deberes. Es siempre perfectible, pero el solo hecho de que nos hayamos puesto de acuerdo en elegir a nuestros representantes, es un don y tarea que debemos apreciar y cuidar. Sabemos por nuestra propia historia cuán frágil es y qué fácil es destruirla. Destruir es fácil; construir es lo difícil y trabajoso. Es fácil criticar. Lo difícil es dar buenas ideas y aplicarlas. La democracia descansa en algo muy simple: el respeto a las leyes que nos hemos dado. Será esa conciencia de pertenencia a un plan común la que la sostiene y fortalece.
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Felicito a todos los candidatos a parlamentarios y Presidente. Entre más variedad y oferta tengamos, tanto mejor. Felicito especialmente a los jóvenes y primerizos. Ellos son muestra de una comunidad viva, de segmentos preocupados de “la cosa pública” y con ganas de servir. Es de esperar que su idealismo se transforme en un bien concreto para la sociedad y no se quede en simples eslóganes. Estamos llenos de palabras, demasiadas. Faltan acciones concretas que acaben o al menos disminuyan fuertemente la vergonzosa extrema pobreza que aún existe entre nosotros, disminuyan la delincuencia, mejoren las pensiones y la salud. Tenemos todo para ser un gran país, para entrar de lleno a las ligas de países más desarrollados. Urge un fuerte incentivo al empleo, inyectar más vitalidad a la economía; en simple: volver a crecer. Camino seguro para combatir la pobreza. En fin, ¡tanto por hacer! “Emparejar la cancha” es un objetivo que apunta al bien de todos.
Comparto en algo las críticas al aumento del número de parlamentarios. Pero ello debería llevar a canalizar mejor el descontento social que se ha trasladado a la calle y reubicarlo donde debe estar que es el Parlamento, lugar donde se discutan los proyectos legales y cambios sociales. No la calle. El aumento de parlamentarios debería llevar a un mejoramiento de la convivencia política y a un mejor encauzamiento del descontento social. Tendrá un costo mayor para el país, pero el efecto debería ser positivo. La oferta de representantes es enorme. Por lo mismo, nadie puede alegar no sentirse representado por algún sector.
Y lo más ¡ir a votar en noviembre! Para los creyentes, el ejercicio democrático a través del voto es sagrado. Una obligación grave, ya que es signo de nuestra contribución a construir sociedad y país. Demos ejemplo de participación, buena convivencia cívica, de respeto y tolerancia, que será la mejor lección para las nuevas generaciones.
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