- Comunicador multifacético, experto en marketing y redes sociales y emprendedor por naturaleza.
La violencia nunca sirve. El acto de Alejandro Navarro de lanzarle a Piñera monedas fue violento e innecesario. No sólo lo descalifica en el tono que debería tener una actividad dirigida a la gente, que es la política, sino que es una falta de respeto a todo el electorado: para un evento de lucha libre mejor es pagar el pay per view. Acá se necesitan ideas de manera urgente. Prueba de ello es la cantidad de corpóreos que circulan en la campaña. O las mismas franjas: las de la derecha, felices. Las de izquierda, tristísimas. En contenido y realización. Un lloriqueo y para llorar, al mismo tiempo. Ahí es cuando se nota la desconexión: lo del 2011 era una fiesta. Lo del 2017 una burbuja de filtro para lectores turistas de la pobreza con el like a mano.
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Hay que tener cuidado con la instrumentalización de los pobres (ética y estética) para lograr el poder sin ninguna propuesta real más que intentar apapachar su enojo. Eso no es «una sociedad más justa» per se: eso es la posibilidad de un populismo depresivo. Y todos sabemos cómo acaba: con que sólo uno de los tarados que rodean a los autoproclamados sacros (que son muchos, se ha notado) robe, la estructura se va encima (medios expectantes) y la confianza se acabó.
Ése es el tema de esta elección: la confianza. Los que se presentan a veces no lo parecen, o peor aún: te dan la sensación que no quieren hacer. Entonces, en esa lógica comienza la desesperación: el discurso más agrio, aguerrido, extremo, impera y guía.
Es importante que nos demos cuenta de eso, incluso los medios caen de manera involuntaria. Vuelvo a lo de Navarro, y lo conduzco al gesto de Matías del Río durante la entrevista conjunta en Radio Duna y Zero. Cuando le dice que no debería ser candidato. Que no está a la altura. Ahí es cuando la cuerda se rompe: de alguna forma, todos podemos ser candidatos. La ley lo dice: más de 35 años y no tener pena aflictiva.
En síntesis, el problema no es con Navarro. Porque pudo haber conducido todo al acto. El problema es quién es Navarro. Navarro o Artés salen más baratos de pegar. Pero representan realidades: de ideas, de clase. Artés es como el militante universitario al que no le avisaron que la Unión Soviética ha caído. Pero ahí está, y tiene que estar. Está Kast, que ha dicho cosas peores, pero a Kast lo aplauden en Enade, y no le dan así. No le dice el conductor del noticiero central de la televisión pública (que es de todos y que encima busca capitalizarse en una crisis que todavía no tiene dirección para solucionarse) que no puede ser candidato.
Eso es la distinta vara. Pero Del Río es sólo una expresión, al final, de lo involuntario que es el clasismo del país. Lo desolador que es no darse cuenta de que tienes otras herramientas, que te va mejor, que estás bien. Y desde ahí ponerse a darle al que técnicamente no está en la línea es un poco triste. Es triste, porque al final “no todos los chilenos pueden ser presidentes” y eso, confirma que necesitas algo que viene de la cuna.
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