- Capellán UC. Twitter: @hugotagle
La mejor noticia de la semana fue la inauguración de la Línea 6 del Metro. Cuando se inaugura una gran obra, ganamos todos. Tras más de 10 años sin novedades en este servicio, ello es un pequeño hito de adelanto y progreso que nos debe alegrar a todos. Servirá para descongestionar las actuales vías y, de paso, acercar a las personas y comunas unas a otras. En simple: mejorará la calidad de vida de miles de chilenos. Permitirá que muchos lleguen antes y de mejor ánimo a sus trabajos, antes a sus casas, puedan estar más tiempo con sus hijos, su familia, tener más tiempo de calidad. Como se dijo, debería descongestionar otras líneas, por lo que se aprovecharán mejor las existentes y los usuarios podrán viajar más holgados.
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Los servicios públicos son un buen termómetro para medir la temperatura de la civilidad y convivencia que se da en un pueblo. En la forma en que los tratamos y usamos, se muestra mucho de nuestra cultura cívica. También la buena organización y gestión de los servicios de transporte dice mucho de una buena administración pública. La política dejó de ser esa verborrea estéril a que nos tenían acostumbrados algunos personajes que viven de los impuestos que pagamos todos. Eso se acabó. Dejamos de comprar bonitos discursos (eso de «bonito» es una concesión graciosa. La verdad, son pocos los discursos de políticos rescatables. La mayoría abusa de los lugares comunes, freaseología simplona y fome).
Ahora la gente espera logros concretos. Y sabemos que los grandes logros, como lo es el Metro, los puertos, las carreteras, los hospitales, son producto de planes a largo plazo. «Pensar en grande» debe ser el trabajo cotidiano de la política, no su excepción. Hoy, nadie puede arrogarse el mérito exclusivo de una gran obra. Son fruto de un trabajo colectivo, de largo aliento, de prolijo estudio y elaboración. Si no es así, si se improvisa y actúa en forma atarantada, las cosas salen mal. Tenemos ya tristes ejemplos, como el puente Cau Cau, que nos dice cómo no hay que hacer las cosas.
Pero volvamos al uso ciudadano del transporte. Tratemos mejor los servicios públicos, los buses y el mismo Metro. Debería llegar el día en que nos sintamos orgullosos de un buen servicio, y no algo que sea un lastre, dificultad y pesadilla. Felicito los esfuerzos por reducir la evasión. Y felicito aquí a los usuarios ¡que pagan el servicio! Que es como debe ser. Lo que uno no paga, lo pagan los demás, normalmente los más pobres. La solidaridad, la justicia social, comienza por aquí. Nuestra «conciencia social» se debe demostrar en el cumplimiento estricto de los deberes ciudadanos. Lo demás es humo.
Ojalá siga mejorando el transporte público en todas las ciudades. Una forma concreta de mejorar la calidad de vida de los chilenos y disminuir la pobreza. Una evidente contribución a la mejor convivencia, al mejor trato. Que sigamos haciendo las cosas bien.
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