- Capellán UC. Twitter: @hugotagle
Navidad es paz, encuentro, perdón, recogimiento. A ver si podemos hacer un aro, bajar las revoluciones de fin de año y tratar de vivir intensamente este tiempo de gracias, casi mágico, en que se junta el cielo con la tierra en el nacimiento de Jesús, Dios hecho hombre. Dice el papa Francisco en relación a la Navidad: “Les invito a detenerse ante el pesebre, porque allí nos habla la ternura de Dios. Allí se contempla la misericordia divina que se ha hecho carne, y que enternece nuestra mirada”.
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Narra el evangelio de San Lucas el anuncio del ángel a los pastores en Belén: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Los últimos, los humildes, como los pastores, recibieron al niño Jesús. Seamos como ellos, abiertos a la buena nueva del encuentro con Jesús.
Usted, ¿tiene su pesebre? Ojalá ponga uno en un lugar destacado en su casa, patio o cuadra. Da gusto ver cómo han aumentado los pesebres y signos propiamente cristianos de Navidad. No sólo iglesias, sino centros comerciales, oficinas, calles. Jesús trata de hacerse espacio en la vorágine de fin de año y sobrevivir entre tanto exceso que vivimos. De lo que sí podemos abusar es de dar, compartir con otros. Estamos rodeados de «pesebres», lugares pobres donde viven hermanos nuestros hacinados; inmigrantes que se apiñan en pequeñas piezas subarrendadas sobreviviendo con lo mínimo. Es la sagrada familia de Belén que no encuentra lugar donde vivir.
Navidad es tiempo de compartir. Regale algo a alguien que lo necesite. La Iglesia instituyó hace años «la caja de Navidad». Compre una o contribuya a llenar una. Invite a celebrar con usted a algún pariente que esté solo, sobre todo a los mayores.
Y, si es católico, participe de la misa de Nochebuena o de Navidad, el 25. Si es cristiano, participe de su culto o ceremonia. Y si no es creyente y le molestan estas fiestas, al menos trate de comprender la alegría de los que sí creen y los valores que se desprenden del pesebre: paz, amor, solidaridad, humildad.
“El pesebre nos recuerda esto: Dios, por su gran misericordia, ha descendido hasta nosotros para quedarse con nosotros”, dice el Papa. De ahí la gran esperanza que empapa el mensaje cristiano. Esperar es vivir, es el oxígeno que nos permite levantarnos cada mañana. La Navidad es luz, es un camino, más allá de algo emotivo y los regalos. En la noche de Navidad, «se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver”, dice Francisco.
¡Seamos esa luz de alegría y paz que tanto necesita nuestro tiempo! Que Jesús nazca en sus corazones, los colme con su paz y alegría. ¡Feliz Navidad!
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