Voy a partir por una confesión: estoy a un paso de no hacer radio de actualidad este año. Es que quiero hacer otra cosa. No es por problemas con mi empleador (que se ha portado de manera extraordinaria durante estos años, La Clave 92.9 ha sido la casa de mayor libertad en mi carrera en el éter radial), ni tampoco por los nuevos desafíos laborales que vienen para mi. Es porque me tiene quebrado emocionalmente hablar de actualidad. Soy una persona que ha vivido por lo menos 10 años de eso. Cinco intentándolo, diez haciéndolo. Ha sido un sueño que me pregunten “¿que piensas de..?” y un privilegio a veces estar en desacuerdo y a veces de acuerdo con ustedes.
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Sólo he descubierto una cosa: uno es “muy inteligente” cuando coincide con el otro y “un estúpido, muérete” cuando no lo está. Por tanto uno termina opinando en torno a las cosas que le van a traer cosas buenas (porque somos personas) y no malas. Es el ejercicio mas simple y honesto. Pero a la vez, yo sé, un poquito desmoralizante.
Lo confirmé el día en que ví la noticia del Banco Mundial: ya no estoy, quizás, hecho para de nuevo enojarme. Para indignarme con la cadena de estupideces que decantan informes que nadie cuestiona. No estoy para volver a ver deslealtades masivas en los proyectos politicos. No estoy para ver espectáculos en el Congreso y tener que contárselos a ustedes, para que todos mantengamos una energía realmente asquerosa dentro de nosotros y nos sintamos mejor por eso. No estoy para ser critico. No sé si vale la pena serlo. Nos vamos a repetir 4 años de lo mismo que vivimos hace ocho y no sé, ya tengo 31 años. A los 22 ó 23 era divertido tener la esperanza de que vendría algo nuevo.
El 2011 realmente me la creí. El 2018 me decepcioné totalmente de esta estructura. Los amigos que hice en esa época, o los simpatizantes de esos proyectos con los que tenía afinidad, son decepcionantes. Y no son decepcionantes porque quieran, sino porque son precarios. Estudiaron, les dijeron que iban a tener algo, hasta partidos y no, ya no existe. Ya no se escucha. El escenario tecnólogico, mundial, intelectual, es absolutamente diferente desde hace un par de años. No pueden tener, por mas que quieran, un sueño mas allá de ellos mismos. No podrán tener una casa los escoltas de los dirigentes. Y no es culpa de los dirigentes. Los dirigentes son sólo los que reciben mas patadas para impulsar una idea, y, a cambio, por lo menos un sueldo digno. Es terrible decirlo, lo sé. Ni lo dirán ellos. Pero mirar de lejos tanto horror, tanta galería, me parece a lo menos digno de un aplausito. O una cuenta menos.
Escuchan el ruido de lo miserable porque, en cierto sentido, es una emulación de lo que les puede pasar. Entonces, canjean amor en vez de proyecto. Yo lo comprendo absolutamente: a quien no le ha pasado tener que validar una pelotudez para poder estar tranquilo.
Durante el año pasado ya empecé a entrenar mi cinismo.Fue cuando me di cuenta que, en realidad, nadie le quería ganar a Piñera. Cuando vi cierto atisbo me ilusioné pero ya no. Y no sé si hay que repetirles el discurso a ustedes. Ya conocen todo esto: habrá dinero. Es lo que querían. La economía también es política y demanda entender matematicas. Mejor es concentrarse en aprender un rato y no buscar tanta dopamina en los titulares del futuro.
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