Para muchos brasileños este miércoles 24 de enero era el día D para el sistema democrático recuperado, en 1985, tras 21 años de dictadura militar. Pero en un país polarizado cada situación tiene lecturas antagónicas. El hecho trascendental era el fallo de una corte apelaciones sobre la condena del ex Presidente Luiz Inácio Lula da Silva a nueve años y medio de cárcel dictado en julio de 2017. A los tres integrantes el tribunal les correspondía revisar el fallo contra Lula, acusado de recibir una coima consistente en un departamento triplex. La donación de la propiedad la hizo la empresa constructora OAS. A cambio Lula habría facilitado que Petrobras, la empresa petrolera estatal, reciprocara con un jugoso contrato para OAS. La sentencia del tribunal de apelación fue demoledora: por unanimidad elevaron la pena a 12 años y un mes. Lula, en todo caso, nunca ha dejado de alegar su total inocencia frente a los cargos.
Las consecuencias políticas del fallo son enormes pues, así como están las cosas, bloquean la posibilidad de que Lula se presente a las elecciones presidenciales que tendrán lugar en octubre de este año. El aguerrido dirigente sindical, incluso si no llega a estar tras las rejas, quedaría imposibilitado de postularse a la primera magistratura en virtud de la ley “Ficha Limpia”. Según esta disposición ninguna persona condenada por una corte de apelaciones puede inscribir su candidatura. En todo caso, Lula puede apelar a una instancia superior. Ello le permite ganar tiempo suficiente para inscribir su candidatura antes del cierre de los registros el 15 de agosto.
Su salida de la carrera electoral cambiaría en forma radical el mapa político brasileño. Ello, porque las encuestas lo señalan como el claro favorito con cerca de 36 por ciento de las intenciones de voto. Esto es el doble de lo que marca Jair Bolsonaro, un parlamentario que alcanzó el grado capitán en el ejército. Su plataforma apela a la nostalgia por la dictadura militar y proclama una abierta homofobia. En tercer lugar figura la ecologista Marina Silva.
Para el teólogo Leonardo Boff lo que ocurre en su país es lo siguiente: “Hubo un golpe parlamentario-jurídico -mediático, hegemonizado por los grupos más adinerados (0,05% de la población)”.
Sea o no el caso de lo denunciado por Boff, las acciones transadas en la Bolsa de Valores de Sao Paulo subieron un 3,72 por ciento no bien se supo de la nueva condena de Lula. Entretanto Michel Temer, que asumió la presidencia luego de la remoción de la Presidenta Dilma Rousseff en agosto 2016, se encuentra en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Allí fue congratulado por las reformas económicas y sociales que representan un viraje total con las políticas de Lula y el PT. Los mercados, es decir el mundo empresarial, han señalado un creciente optimismo con el nuevo rumbo adoptado.
Está por verse cuáles serán las consecuencias políticas del fallo. Muchos analistas políticos brasileños apuntan a un período de gran incertidumbre. Por lo pronto, el PT señala que mantendrá la candidatura presidencial de su líder histórico a como dé lugar.
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