Opinión

La consagración de Del Toro

  1. Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Tele 13 Radio.

Aunque hace un buen tiempo que goza del cariño y admiración de muchos cinéfilos y ya hace una década su «El laberinto del fauno» obtuvo tres premios Oscar, es con «La forma del agua» que el realizador mexicano Guillermo del Toro está alcanzando su consagración más contundente a nivel internacional, desde su León de Oro en el Festival de Venecia en septiembre, hasta su privilegiada posición en la actual temporada de premios en Hollywood, que ya le permitió ganar el Globo de Oro al mejor director y lo tiene como el filme más nominado a los premios de la Academia, con 13 candidaturas.

Veinticinco años después de su ópera prima, Del Toro ha logrado ser considerado mucho más que un cineasta de género, sin traicionar su esencia ni dejar de recurrir a los monstruos ni a lo fantástico que puebla su filmografía. En este décimo largometraje, ambientado en el Baltimore de los años 60, en plena Guerra Fría, nuevamente la fantasía se hace realidad y se convierte en refugio y evasión de la cotidianidad gris. Sin rehuir los estereotipos a la hora de desarrollar a sus personajes y con unos cuantos clichés a cuesta, el guión no es precisamente una de las fortalezas de este nuevo trabajo, pero si el espectador se deja seducir y conecta con el relato, tendrá una buena recompensa.

No llega al mismo nivel de la conmovedora «El laberinto del fauno», pero de todos modos «La forma del agua» es visualmente exquisita en su dirección de arte y fotografía y cautiva con su atmósfera de romántica ensoñación y ternura (realzada por una encantadora banda sonora del siempre notable Alexandre Desplat), que se contrapone a la frecuente amenaza de la violencia y la crueldad. Con bellos guiños cinéfilos y toques de humor negro típicos de Del Toro, reafirma su talento y es casi seguro que le permitirá convertirse en el tercer mexicano en ganar el Oscar a la mejor dirección.

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Nominado al Oscar a la mejor película, este largometraje de Steven Spielberg le permite una nueva demostración de la sobriedad y madurez que puede alcanzar cuando aborda historias de contornos más dramáticos o serios. Centrándose en la publicación a comienzos de los años 70 de documentos clasificados dando a conocer la verdadera posición del gobierno estadounidense a lo largo de cuatro décadas en relación a Vietnam, a través de una puesta en escena clásica el legendario cineasta da un nuevo ejemplo de sentido del ritmo y el relato, al mismo tiempo que apela a la conciencia civil e histórica del espectador y presenta temas que en su reflexión sobre el rol de la prensa y la libertad de expresión ofrecen innegables paralelos con la sociedad y la política estadounidense actuales. Es legítimo preguntarse si se sentirá el público masivo tan fascinado o conmovido como quienes tenemos algún vínculo directo con el ejercicio del periodismo; pero incluso más allá de eso, el buen guión, la cuidada visualidad de su ambientación de época y en particular las excelentes actuaciones de un sólido elenco, conforman un filme adulto, inteligente y sugestivo.

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