Como ya lo hizo hace dos años en su anterior film, «Sully», el ya octogenario Clint Eastwood vuelve a abordar un suceso noticioso de la vida real en su más reciente estreno, «15:17 Tren a París». Pero hay varias particularidades de por medio, no sólo porque en esta ocasión se trata de un hecho aún más reciente que el aterrizaje forzoso de un avión en pleno río Hudson en 2009 que revisitaba ese largometraje protagonizado por Tom Hanks, sino, además porque para contar la historia de tres jóvenes amigos estadounidenses que en 2015 se enfrentaron a un terrorista en un tren en marcha rumbo a París, el realizador no optó por un trío de actores que encarnaran a quienes tuvieron ese heroico comportamiento, sino por quienes podían aportar mayor veracidad: los propios protagonistas.
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Es así como con un guion basado en el libro que escribieron contando cómo llegaron a salvar a los 500 pasajeros del tren, Spencer Stone, Anthony Sadler y Alek Skarlatos se interpretan a sí mismos, en un interesante ejercicio no muy común en el cine hollywoodense, aunque existe un caso que guarda ciertas conexiones: hace siete décadas Harold Russell, quien no era actor profesional, se lució e incluso ganó el Oscar por un rol que guardaba similitudes con su propia experiencia como verdadero veterano de la Segunda Guerra Mundial, en el hermoso y conmovedor clásico «Los mejores años de nuestras vidas», de William Wyler.
No porque estuvieran «actuando» sus propias vivencias necesariamente significa que los protagonistas lo harían bien frente a cámara, pero en este caso el trío de «15:17 Tren a París» es bastante efectivo, en particular Stone, el único que tiene una cierta evolución como personaje, porque como ha pasado con varios de los trabajos que ha filmado Eastwood durante la última década, no hay demasiada profundidad psicológica ni se esquivan algunos clichés y estereotipos en su mirada a determinados aspectos de la sociedad estadounidense. Sin embargo, a sus 87 años y con casi medio siglo desde su debut como realizador, destacan una vez más su oficio y el tono clásico de su puesta en escena, así como la fluidez narrativa, desde los flashbacks que muestran la infancia y adolescencia de los tres personajes principales hasta el bien resuelto momento del enfrentamiento en el tren, del que ya se han ido adelantando detalles desde el inicio.
Esta es la película número 36 del Eastwood cineasta, y la más breve que ha filmado. Puede que se trate de un título «menor» en su filmografía, y que ciertos detalles no convenzan por completo -por ejemplo, la recurrente trivialidad turística del viaje de los protagonistas por Europa y la obsesión por las selfies de uno de ellos, se siente reiterativa y no aporta demasiado-, pero en estos tiempos sigue siendo un gusto ver en cartelera un estreno que aborde hechos reales con sobriedad y concisión, en vez de optar por la grandilocuencia y el sensacionalismo que suelen ser la tónica en estos casos.
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