El próximo miércoles 14 de febrero celebramos el día de San Valentín, día de los enamorados. Y se celebra también el inicio de la cuaresma, el miércoles de ceniza. Curiosa coincidencia. Por un lado, celebramos el amor, la entrega al otro y, por otro, el inicio de un tiempo de conversión, renuncia y solidaridad. Pero, bien leído, tienen muchísimo que ver ambas celebraciones. San Valentín era un obispo que, en la época de la persecución de los cristianos, casaba en secreto a los novios, para que no los mataran.
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Arriesgaba su vida y la de los enamorados para que ellos pudiesen regalarse el uno al otro indisolublemente, para siempre. Cuando se ama de verdad (no se puede amar «de mentira». No es amor, es engaño), uno está dispuesto a correr cualquier riesgo. San Valentín animaba a los enamorados a asumir el riesgo, burlar la injusta prohibición a los matrimonios cristianos y a decirse que sí el uno al otro.
Cuaresma es el inicio de un tiempo en que renovamos la entrega de amor de Jesús por todos nosotros. Dios nos ama tanto que se regaló e inmoló por nosotros. El cristianismo es la religión del amor. Es la fe que humaniza, nos hace plenamente humanos, revela el sentido último de nuestra existencia, que es amar y ser amados.
En San Valentín renovamos nuestra vocación de amor a un tú, de forma definitiva. Si está comprometido, amigo lector, celebre ese compromiso con un regalo. Bien vale la pena. Pero más que el regalo, es la renovación interior de estar dispuesto a renunciar, asumir sacrificios, dolores y dificultades por amor al otro. Dice San Agustín: «Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor». El amor es sacrificio, asumir dificultades e incomprensiones. Pero es el camino para ser más feliz.
La Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en esa capacidad de amor. Dice el Papa Francisco: «Cuaresma es el camino de encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor –que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador,- nos muestra el camino a seguir».
Lo invito, amigo lector, a adentrase en el misterio cuaresmal, a acompañar a Jesús en su camino hacia el calvario pero, sobre todo, a su Resurrección.
Es un tiempo de hacer alguna renuncia, así nos liberamos interiormente de falsas ataduras y nos disponemos mejor a servir a los demás. Es tiempo de hacer alguna obra de caridad. En cuaresma, pensamos en los más necesitados, los pobres y ancianos. Es tiempo de rezar más. Acérquese a su parroquia o capilla y participe más vivamente de este tiempo cuaresmal. le hará bien. Saldrá renovado.
¡Feliz día de San Valentín! Que su defensa valiente del amor nos lleve a crecer en nuestra capacidad de amar, como Dios nos ama.
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