- Sacerdote y columnista. Twitter: @hugotagle
La película “Coco”, premiada con un Oscar y una de las películas más vistas del año, regala luces para las festividades de Semana Santa y Pascua. Si bien la película gira en torno a la celebración de Todos los Santos, o Día de los Muertos como se celebra en Méjico, toca el tema central de la vida humana: la preparación para la próxima vida, el cielo para los cristianos. Es lo que anunciamos en estos días. Hay un cielo que nos espera. La muerte no tiene la última palabra. En la resurrección de Jesús se nos regala esa confirmación.
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Si no la ha visto, véala. Es un respiro en este tiempo convulsionado y una renovación en la fe en el hombre.
Rescato algunos sabios puntos. Por de pronto, la película es una buena invitación para reconciliarse con los seres queridos que ya murieron y de los cuales quizá arrastramos malos sentimientos. Coco logra una original, inocente y sabia integración de la muerte en lo cotidiano de la vida. Los difuntos no se «perdieron» en la nada infinita. Viven en nuestro recuerdo y, lo más importante, requieren de nuestra interacción consciente que, en buen cristiano, se llama «rezar por ellos».
El tema de la memoria aparece también en múltiples formas. De hecho, la canción central, interpretada por el entrañable personaje que es Miguel, «Recuérdame», es una invitación a integrar a los que ya no están y mantenerlos vivos en la memoria, con la ayuda de fotos, pero integrados en la vida cotidiana, a través de a conversación y, sobre todo, la oración por ellos. Llega a tanto este punto que, si un difunto es olvidado por los vivos, sufrirá una segunda muerte, la del olvido. Pero eso, en la convicción cristiana, no ocurre. Dios no olvida nunca a sus hijos. La Iglesia reza siempre por aquellos por los que nadie reza. No somos números. Cada uno es único e irrepetible.
Cuando celebro un funeral, invito a los parientes y amigos a tener un recuerdo gozoso de quien despedimos. Es legítimo llorar por la separación, pero también vivir en la alegría de la Resurrección, porque la vida sólo se transforma, no termina. La vida del más allá y el aquí son un todo armonioso. No hay un abismo sino que una fluida interacción. La Iglesia lo llama «El cuerpo místico de Cristo»; la unidad entre la Iglesia terrena y la celestial.
Un gran mensaje «Coco»; es que a veces la familia y la tradición pueden parecer lastres que no nos dejan avanzar. «Coco» invita a no renegar del pasado, sino que a reconciliarse con quienes han partido. Que vivan en nosotros como un aliciente para vivir un mejor futuro.
Que estos días de Semana Santa sean oportunidad para crecer en la fe, acercarnos a los demás como hermanos, sabiendo que la vida es frágil y corta, preparativo para la próxima. Y crecer en tolerancia y respeto al otro. ¡Feliz Pascua!
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