- Analista internacional
Chile y Bolivia concluyeron sus alegatos ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Los abogados de ambos bandos ya pueden colgar sus pelucas y togas. Ahora corresponde a los jueces deliberar y sin un plazo fijo entregar un veredicto, este año o el próximo, sobre la demanda boliviana. La Paz solicitó a la Corte, en 2013, que obligue a Chile a abrir negociaciones sobre una salida al Pacífico.
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Con sólo lograr que la CIJ considerara el caso, Bolivia obtuvo un logro: llamar la atención a nivel mundial de que existe un diferendo entre ambos países. Durante cinco años La Paz ha contado con una poderosa caja de resonancia que ha visibilizado sus exigencias a nivel mundial. Desde la perspectiva boliviana no había más remedio que apelar a La Haya, puesto que Chile se niega a un diálogo directo sobre la cuestión marítima.
Pareciera, en todo caso, que Bolivia sigue el modelo diplomático argentino en relación a Las Malvinas. Cuanto más denuncias, cuanto más pueda incomodar a Londres tanto mejor. Hasta cierto punto la diplomacia boliviana ha tenido éxito en poner a Chile a la defensiva. En definitiva, Santiago no tiene nada que ganar en el litigio y sólo podría ver su postura disminuida ante un fallo favorable a Bolivia.
Media década después, con varias decenas de millones de dólares gastados en sus respectivas delegaciones, abogados y legiones de expertos, nada ha cambiado. Los argumentos son los mismos. Santiago dice que todo está zanjado por el Tratado de 1904. El Presidente Sebastián Piñera reitera que frente a Bolivia “Chile no tiene problemas ni de mar ni de territorio pendientes”. Bolivia replica que Chile asumió el compromiso de ceder un acceso oceánico. Ello a través de lo que denomina el derecho expectaticio.
En algo coinciden, sin embargo, ambos países. Sea cual sea el fallo de la CIJ, ninguno tiene la voluntad de alterar sus políticas. Roberto Ampuero, el canciller chileno, reitera la tradicional postura chilena de “no ceder ni un centímetro de territorio”. El presidente Morales, a su vez, advirtió que “si esta demanda no fuera bien, ni se imaginan ustedes que tenemos planes mucho más interesantes que esta primera etapa de batalla legal en la comunidad internacional”.
Bolivia no dispone de muchos recursos para presionar a Chile. En algún momento, La Paz consideró sus ricas reservas gasíferas como un elemento para la negociación. Pero la idea no prosperó, pues Santiago aseguró sus requerimientos a través de otras fuentes. La fuerza militar tampoco es una opción, pues Chile destina diez veces más recursos a la preparación bélica: mientras Bolivia invierte alrededor de 500 millones de dólares en sus fuerzas armadas, sus pares chilenas reciben 5.000 millones de dólares.
La coyuntura regional favorece a Piñera, que está en sintonía política con los principales gobernantes sudamericanos. El latinoamericanismo, postulado por los ideales bolivarianos, ha quedado postergado en la mayoría de las capitales de la región, más interesadas en las relaciones económicas. La llave para superar el problema es encontrar una propuesta que favorezca a ambos países y tenga la aprobación de sus pueblos.
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