Opinión

Ha llegado carta

  1. Sacerdote y columnista. Twitter: @hugotagle

La verdad, llegaron dos. Ambas del papa Francisco y ambas inspiradoras, aunque con tonos y objetivos distintos. La primera, la exhortación apostólica «Gaudete et exsultate», sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, en la que Francisco invita a vivir la fe en plenitud, acercarnos a Dios en el servicio y entrega a los demás. Al final de la vida, se nos medirá por lo que damos, no por lo que tenemos. Y ése es el recordatorio sencillo y apasionado del Santo Padre.

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El Papa invita a ampliar la mirada de la santidad cristiana, ser «más humanos» y con ello, más semejantes a Jesús. «¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales», nos dice el Papa.

Se trata de santificar lo cotidiano de la vida, haciendo siempre el bien, la vida de oración una fuente de nueva gracia para el servicio a los demás. Estamos llamados a vivir la contemplación, la vida de oración, en medio de la acción, y así nos santificamos en el ejercicio responsable y generoso de la propia misión.

El mensaje cristiano no se reduce a denunciar algunas injusticias y omitir la preocupación por otras. Nos debe preocupar tanto la defensa del no nacido como la de los nacidos que «se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte». En efecto, así como se denuncia con pasión el atropello de unos derechos, se debe ser igualmente apasionado y claro en la defensa de otros. Sólo así el mensaje cristiano resulta coherente y realmente católico. «No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo, donde unos festejan, gastan alegremente y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros sólo miran desde afuera mientras su vida pasa y se acaba miserablemente», afirma el papa Francisco.

La segunda carta brota también del corazón de pastor del Papa, luego de recibir las conclusiones de la misión de monseñor Scicluna. Reflexiona dolorido sobre las injusticias sufridas por jóvenes y niños por parte de personal consagrado en Chile. Afirma que «todos los testimonios recogidos hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas» y confiesa que eso «le causa dolor y vergüenza». Hace una humilde y noble petición de perdón e invita a transformar este dolor en una «ocasión para restablecer la confianza, confianza rota por nuestros errores y pecados, y para sanar unas heridas que no dejan de sangrar» en la sociedad chilena. «La verdad nos hace libres» (Jn 8,31). Para que sane la herida, debe supurar y así, cauterizar. El Papa invita a hacer de este tiempo un tiempo de oración. La mejor forma de experimentar la gracia sanadora de Dios.

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