- Sacerdote y columnista. Twitter: @hugotagle
El próximo 1° de mayo celebramos el Día del Trabajo. Lo celebramos y agradecemos. Agradecemos el que tenemos y el que damos. Sí, todos, en mayor o menor medida, somos empleadores. Es bueno recordarlo. Siempre hay alguien que depende de nosotros. Por lo mismo, las justas pretensiones para uno deben llevarnos a ser igualmente justos con quienes dependen de nosotros.
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El trabajo es una bendición. El relato del Génesis que habla de sacar con fatiga el alimento diario y el pan «con el sudor de la frente» (Gn 3,17) se entiende mal. Dios creó al hombre y lo hizo semejante a Él y en lo más propio de Él: ser cocreador, partícipe activo en su obra creativa. En la tradición bíblica, el trabajo manual goza de una gran consideración. El trabajo no es castigo divino, como se imaginaba en los mitos antiguos, ni condición de esclavitud, como se pensaba en la cultura greco-romana: es una actividad constitutiva de todo ser humano. Nos aburriríamos si no trabajáramos, si no creáramos. Es condición de sobrevivencia. Quien no trabaja, vive menos, se entristece, se frustra. Jesús mismo trabajó. Fue carpintero. San Pablo, el gran apóstol, no se dedicó sólo a hablar. Donde iba, pagaba su estancia con trabajo, como «hacedor de tiendas» (Hch 18,3).
La contemplación cristiana incluye la acción. Y Dios nos confío la más maravillosa de las herramientas: nuestra capacidad creativa. La imaginación humana es increíble. De ahí que «dar trabajo» es una enorme responsabilidad, sobre todo para quienes tienen la posibilidad de hacerlo. Me alegra la gran cantidad de emprendimientos que han surgido. Profesionales y técnicos jóvenes que, antes que estar «buscando trabajo», lo crean. ¡Gracias infinitas! Hay que apoyar las iniciativas de creación de empleo para que más chilenos tengan un trabajo digno.
Nos unimos a Dios a través de la oración, el diálogo con Él, y a través de la acción, del trabajo. Debemos ser creativos en que resulte lo más llevadero posible, buscando mejorar las condiciones y ambientes laborales. Pasamos buena parte de la vida en “la pega». Tanto más importante entonces es que ese lugar sea grato, amistoso, amable. Trabajamos para vivir y no vivimos para trabajar. El trabajo debe ser un medio para una vida más feliz. Nos santificamos en el trabajo y no «a pesar del trabajo». No hay que abandonar el mundo laboral para encontrar a Dios. En medio de él, está el Señor.
Pero aquí hay tareas pendientes. Un primer punto, clave, es crear trabajos estables. Lo segundo, mejorar los sueldos. Que todos se sientan parte de la torta, sabiendo que obtendrán un trozo justo por su empeño. Hay que apoyar las iniciativas que busquen dar trabajo. Luego, capacitar más y mejor. Un mundo cada vez más complejo requiere de mayores habilidades, que las personas «sepan hacer más y mejor».
Que San José obrero, patrono de los trabajadores, nos regale su sabiduría; nos ayude a crear más y mejores fuentes de trabajo, donde todos se puedan desarrollar y realizar.
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