Opinión

Luz al final del túnel

  1. Sacerdote y columnista. Twitter: @hugotagle

Nunca había estado tan bien la vida religiosa. Y no es provocación. Hoy, se persiguen delitos que antes se barrían bajo la alfombra, se ninguneaban o ignoraban. La tolerancia cero contra el abuso le ha hecho un enorme bien a la sociedad y a la Iglesia en particular. Se persiguen los abusos y se castigan. Bueno es recordar aquí que somos todos iguales ante la ley. Si usted tiene algún reclamo o siente atropellados sus derechos, no tema en recurrir a los tribunales, presentar su denuncia. Es el camino civilizado que hemos construido como sociedad democrática. Es cierto que la justicia puede resultar lenta, a veces exasperantemente lenta, pero llega. Así lo podemos comprobar en tantas denuncias que se han presentado en todo orden de cosas. Renovemos la confianza en la justicia y, a su vez, démosle más herramientas para realizar su trabajo. «La verdad nos hace libres» (Jn 8,13). Todo lo que ayude a la verdad y justicia, nos hace más humanos, mejores, fortalece las instituciones.

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La trasparencia nos ha hecho bien. Luego del vendaval que vive el mundo occidental en materia de denuncias por abusos, las instituciones deberían salir fortalecidas, más solidas y dedicadas a sus tareas. La Iglesia, la primera. Todo este doloroso proceso de desintoxicación, debería llevar a una Iglesia realmente al servicio a los demás, especialmente de los más pobres, con una selección de sacerdotes y religiosos más rigurosa, pero a su vez más cercana a la gente. La participación laical debería aumentar, delegándose en ellos muchas funciones que, lamentablemente, hoy están en manos de curas, cosa que no debería ser.

Nunca habíamos sido tan libres para optar por nuestra fe, al menos en el mundo occidental. Hoy, como nunca, estamos llamados a decidirnos, cada cual, de nuevo por su fe, por Cristo y su Iglesia. El sí de quienes se confirman, de quienes se casan, de los que se bautizan, tiene el gran mérito de descansar en la firme convicción de que Jesús conduce su barca, de que es Él en último término el sentido, norte y guía de la vida cristiana.

Sí, saldremos fortalecidos. El vía crucis que vive la Iglesia chilena debe ser una oportunidad para revisar la fe personal, la vida de oración y sacramental, el cariño a Jesús, el amor y servicio a los demás. Porque, al final, de eso se trata. Somos todos obreros en esta viña. Distintas funciones, carismas, pero un mismo servicio a las personas y a Dios. Somos una barca de remeros libres. Esa maravillosa libertad que no debemos perder nunca.

Y aquí aprovecho a mostrar mi preocupación por otras denominaciones religiosas, sobre todo en el mundo oriental, en que esa libertad simplemente no existe. La Iglesia se presenta como un faro de libertad provocador y profético, que debe interpelar a otras religiones a permitir la absoluta libertad de sus fieles de elegir el credo que quieran.

Sí, renueve sus convicciones religiosas. La fe hace bien. Seríamos un mejor país si fuésemos más religiosos. Tendríamos menos problemas. Busque a Dios en todo. El gran ganador es usted.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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