- Periodista especializado en cine, programador de Sanfic y comentarista en Radio Cooperativa.
Entre los países cuya producción fílmica experimentó un notorio auge a nivel internacional en tiempos recientes, desde la década pasada destaca particularmente Rumania, aunque lamentablemente por estos lados su presencia en la cartelera comercial ha sido mínima y sus principales exponentes casi sólo se han podido apreciar en festivales de cine.
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Una excepción que sí llegó a estrenarse en cines chilenos fue la ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes en 2007 «4 meses, 3 semanas, 2 días», de Cristian Mungiu; por eso, y aunque sólo se vaya a exhibir en apenas tres salas -Cine El Biógrafo, Cinemark Alto Las Condes y Cineplanet La Dehesa-, vale la pena destacar el estreno entre nosotros, una década después, de un nuevo título de este mismo realizador: «Graduación», su cuarto largometraje y por el cual en 2016 nuevamente fue distinguido en la competencia oficial del certamen francés, como uno de los dos ganadores del premio a la mejor dirección (compartió el triunfo con el francés Olivier Assayas, por otro título que llegó este año a nuestras pantallas, «Personal Shopper»).
El estilo naturalista, las muy creíbles actuaciones de un sólido elenco en roles tremendamente humanos y el descarnado retrato social vuelven a ser los principales rasgos que resaltan en este nuevo trabajo de Mungiu, en esta ocasión para abordar la compleja encrucijada en que se ve envuelto un atribulado padre dispuesto a lo que sea con tal que su única hija pueda irse a estudiar en Inglaterra.
Las cosas que a menudo no se dicen ni explicitan, pero que se sugieren y pueden ser intuidas por el espectador, son parte importante de un relato que revela mucho de la realidad rumana, pero a la vez puede sentirse universal y permite que el espectador comprenda los conflictos internos que atraviesan los personajes, y es así que no resulta difícil imaginar algunos de estos dilemas desarrollándose perfectamente en el contexto chileno.
Aunque lo que prevalece es el drama y un aura de desesperanza y desencanto, acá los fuertes componentes morales y sicológicos van a la par con un suspenso desarrollado a través de una tensión latente y la incertidumbre que van apoderándose paulatinamente del protagonista, remeciendo la frágil estabilidad de su cotidianidad. El estilo de Mungiu, el sentido del tiempo y el ritmo de su puesta en escena, realzado por la cadencia de los diálogos, permiten establecer o reconocer lazos en común con otros cineastas destacados de la actualidad, como el iraní Asghar Farhadi, el ruso Andrey Zvyagintsev e, incluso, el austriaco Michael Haneke y hasta con los clásicos, como el legendario Ingmar Bergman. Más allá de los paralelos o comparaciones, «Graduación» es capaz de remecer y hacer reflexionar, y por mérito propio, es probablemente uno de los mejores títulos que veremos este año en la cartelera chilena.
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